El trasplante renal y la diálisis (hemodiálisis o diálisis peritoneal) son las únicas opciones terapéuticas para los pacientes afectados por insuficiencia renal crónica terminal. La hemodiálisis implica la necesidad de depender de una máquina para sobrevivir, debido a que el paciente debe someterse a tres sesiones semanales, de cuatro horas de duración cada una.
Así lo explica el doctor Octavio Cruz Pineda, urólogo trasplantólogo, quien explico que se trata del proceso de depuración de la sangre, que en condiciones normales, tendría que realizar el riñón. La única salida de esa dependencia viene representada por el trasplante renal.
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Donante de riñón
El donante vivo debe estar emparentado con el receptor. Lo ideal sería los gemelos univitelinos (que comparten la misma carga genética), debido a que, al proceder de un mismo huevo, sus características inmunológicas son idénticas y no hay rechazo, explica el trasplantólogo.
Le siguen gemelos bivitelinos, hermanos, padres, así como el resto de parientes consanguíneos, pero con menos posibilidades de compatibilidad. Indudablemente, cualquier persona viva podría donar un riñón.
Donación de cadáver
Mientras que, el donante cadavérico, explica el galeno, debe haber fallecido por traumatismo craneoencefálico o enfermedad vascular cerebral que producen muerte cerebral irreversible, para que permita mantener artificialmente el funcionamiento cardiorespiratorio.
“Se debe lograr que los riñones continúen perfundidos. De ahí, que la mayoría de donantes procede de accidentes y se certifica la muerte cerebral”, afirma el profesional.
Criterios de selección
No todo insuficiente renal crónico es candidato para un trasplante. La edad es un factor que condiciona el futuro del injerto, dice. Los menores de tres años y mayores de 70 tienen el peor pronóstico, lo que en principio eran excluidos. Actualmente, los criterios de selección se han ampliado en cuanto a la edad, precisa Cruz Pineda.
Enfermedad de base
En cuanto a la enfermedad básica que produjo la insuficiencia renal, debe ser valorada, debido a que podría afectar al nuevo riñón. Actualmente no hay ninguna enfermedad que represente una contraindicación absoluta y, por ende, motivo de exclusión.
“Pacientes con cistinosis, oxalosis y enfermedad de Fabry, ven condicionados claramente el futuro del injerto y no son adecuados para el procedimiento”, asegura.
Infección
La presencia de infección achacable a los riñones del receptor, como es la poliquistosis sintomática (infección, hemorragia), obliga a nefrectomía bilateral, previa al trasplante, sostiene el facultativo.
Asimismo, asegura que la existencia de reflujo masivo tiene que evaluarse y actuar en consecuencia. Si hay anomalías vesicouretrales, deben ser solucionadas previamente.
La realización de distintos estudios de compatibilidad son imprescindibles, para reducir la incidencia del rechazo, por entrar receptores afines al donante.
Grupo sanguíneo
Para tomar en cuenta los grupos sanguíneos, se siguen idénticos criterios que los de ante una transfusión, por tanto, donante y receptor deben tener el mismo grupo sanguíneo. El O y el AB se consideran donante y receptor universal, respectivamente. El Rh aquí carece de interés.
El sistema de antígenos de superficie existentes en todas las células nucleadas del organismo se analiza. Cada individuo tiene cuatro (dos procedentes de cada progenitor), y cuantos más se compartan, mejor.
Otra prueba
Como prueba última, se estudia la presencia de anticuerpos citotóxicos, poniendo en contacto plasma del receptor con linfocitos del donante, explica. La positividad contraindica el implante, pues existe sensibilización y la probabilidad de rechazo es alta.
Trasplante
El riñón se implanta normalmente en la fosa iliaca derecha, aunque también en la izquierda, si las condiciones del paciente por intervenciones anteriores anatómicas lo hacen necesario. El injerto se sitúa a través de una incisión pararrectal o iliaca.
“Si hay más de una arteria se recurre a distintos procedimientos: empleo de parche aórtico, anastomosis independientes y anastomosis de la arteria renal accesoria a la principal”, sostiene.
Por otro lado, para la reconstrucción de la vía excretora existen dos posibilidades: aprovechar la vía excretora del receptor y, la segunda, utilizar el uréter del donante. Entre las primeras están, anastomosis ureteropiélicas, ureteroureterales y pielopielicas En la segunda, se procede al implante del uréter en vejiga, procurando utilizar técnicas antirreflujo.
El rechazo
La complicación más temida es el rechazo. Para intentar evitarlo, se aplica terapia inmunosupresora desde el momento previo a la cirugía. El éxito de ese procedimiento a lo largo de casi un siglo, ha llevado a considerarlo como la solución idónea en la insuficiencia renal crónica.