Trastornos colectivos

Trastornos colectivos

Todos los días de la semana miles de hombres se levantan para ir a sus respectivos trabajos. Les parece una bendición estar empleados y poder cobrar cada quincena un salario, pequeño o grande. Cada mes pagarán sus cuentas, si alcanza el dinero; o acumularán deudas si necesitan medicamentos o los hijos comienzan “la educación superior”. Esta historia repetida es “rutina” de la clase media en docenas de países. Cuando las cosas “están en orden”, la gente toma el autobús o el Metro para acudir al trabajo y volver a su casa; los fines de semana organizan excursiones, “visitas a los viejos”, juergas o “bebentinas”.

Inesperados tiroteos, choques de vehículos del transporte público, manifestaciones políticas, pueden interrumpir la mansa repetición de ese rito cotidiano. En la República Dominicana existen hoy numerosas condiciones para que surjan “trastornos colectivos”, siempre indeseables. Los gremios de transportistas “decretan” huelgas a su antojo; son unos grupos irresponsables, mimados por todos los gobiernos. Muchos ciudadanos los sufren en silencio o mastican en voz baja sus reiterados disgustos. Los delincuentes “motociclistas” y las bandas barriales, mantienen en vilo considerables porciones de nuestras ciudades principales. La policía interviene en estos asuntos de muchas maneras: a veces, a favor de los bandoleros; otras, con un exceso de brutalidad.

En ambos casos, el hombre común queda insatisfecho y con un sentimiento de impotencia. Parece que hay en marcha un “proceso de frustración acumulativa”, para decirlo en un lenguaje pomposo del gusto de los politólogos. Los alcaldes no hacen gran cosa por librarnos de la basura; y los políticos hacen todo lo posible por enriquecerse. El “hombre común” permanece pobre y burlado, sin esperanzas de mejoría a corto o mediano plazo. Los partidos políticos se han convertido en agrupaciones exclusivistas.

Los llamados “trastornos colectivos” comienzan un buen día (quizás sea más apropiado decir un mal día), cuando menos lo esperan las autoridades. Las revueltas tienen una fecha que es punto de partida para las noticias. Pero se gestan tras largos periodos de insatisfacciones amontonadas. Los problemas internacionales creados con motivo de las regulaciones migratorias han excitado las pasiones. Ojalá que la pasividad de los dirigentes políticos no estimule más descontento público. Podría desatar un severo trastorno colectivo.

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