Trastornos de la personalidad

Trastornos de la personalidad

Para lo único que no hay una segunda oportunidad es para crear una primera impresión. Ahí está la esencia de nuestra decisión el próximo domingo 16 de mayo de 2004 cuando nos acerquemos hasta las urnas y depositemos el voto por alguno de los candidatos a la Presidencia de la República. Pienso que todo el que haya decidido votar, ya ha tomado la decisión de por quién hacerlo. Dudo que alguien cambie de opinión en seis días, aún se pinche el cielo.

Hemos llegado al punto en que hemos debido evaluar si quienes han administrado los bienes de la nación durante los pasados cuatro años lo han hecho bien o se han desempeñado de manera deficiente. En consecuencia, también debemos asumir cuál de los demás candidatos podría hacerlo mejor, dados sus antecedentes en el ejercicio del poder político. La decisión es simple como sencillo es el voto, esto es, si investigamos a nuestro alrededor y razonamos un poco.

La preocupación de los que se quieren quedar administrando el Estado es que no quieren que les evaluemos su desempeño. Luego de que un equipo de gobierno ha tenido el tiempo suficiente y necesario para demostrar sus capacidades resulta prácticamente imposible que pueda convencer a la mayoría de que lo haría de manera diferente a como lo ha hecho hasta el momento. Por eso temen los reeleccionistas que se pase raya y se presente un estado de cuentas. De ellos es la absoluta responsabilidad de cuanto ha sucedido en este país, aunque quieran evadir el bulto. Pero, innecesariamente, complicaron su propio entendimiento porque han teñido el mundo de enemigos. Dentro de su enajenación, creen que todo el mundo quiere hacerles daño. Para su forma de entender las cosas han desarrollado falsos sentimientos de grandeza creyéndose los mejores de los mejores. Aún cuando para muchos luzcan ser los peores de los peores.

En una proyección de sus propias actitudes y sentimientos, achacan a los rivales sus insoportables defectos. Sostienen una sorda guerra con sus propios compañeros de Partido mientras se imaginan que el equivocado es siempre el adversario, nunca ellos. La culpa será siempre ajena y los éxitos, sólo los éxitos, serán admitidos como propios. De ahí que cuando la razón pertenece evidentemente a otros su hostilidad y la violencia crecen. No son capaces de interpretar lo que de buena fe se les ha estado diciendo claramente sino que tratan de encontrarle una mala intención para dañarlos, aunque no sea así. El trastorno de la personalidad es evidente y, aparentemente, incorregible. Gozan adjudicándose una valoración de sí mismos que no se corresponde con su realidad caricaturesca. Creen fanáticamente que lo que dicen es lo único verdadero sin conceder siquiera el beneficio de la duda a los demás. El razonamiento lúcido brilla por su ausencia porque los delirios han encontrado una lógica absurda que su adulón entorno avala. Viven en un mundo irreal que les impide darse cuenta de que lo perderán todo por no querer despertar de esa pesadilla. Lo más triste es que el tiempo y los recursos se les agotaron sin que convencieran a la mayoría de la fábula que sólo ellos creen. Por su parte, los demás contendientes sólo han tenido que dejarlos actuar para que, como ha sucedido, se ahorquen con su propia soga

Como fundamentalistas radicales de pocas luces, los actuales administradores del Estado se sienten ungidos de una visión divina y patriótica. Los que se les oponen, que es la mayoría, son tratados como seres impíos que se resisten a admitir su divinidad. No en balde esperan que sus desatinos en materia de endeudamiento y de disminución de la calidad de vida del pueblo sean obviados para volver a las mismas andadas.

De ahí que, ante tal nivel de trastorno de la personalidad, recordemos a Augusto Monterroso cuando decía que: «Los políticos no se conforman con ser el animal más estúpido de la creación sino que, encima de eso, se permiten el lujo de ser el único animal que disfruta haciendo el ridículo.» No obstante, no podemos subestimarlos. La mezcla de arrogancia, ignorancia e incompetencia los hace demasiado peligrosos. Por eso hay que estar alerta y votar desde tempranas horas del día 16 de mayo de 2004. Para que los trastornos de la personalidad no nos lleven hasta los trastornos de la paz social.

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