Trastornos globales

Trastornos globales

Se habla de la felicidad como de algo personal o doméstico; ser feliz se tiene por una cuestión individual. Los problemas colectivos, no suelen tomarse en cuenta a la hora de examinar las dichas y desdichas de hombres y mujeres. Pero las personas viven en ciudades, o en comunidades rurales, donde puede haber epidemias, escasez de empleos, guerras religiosas, plagas agrícolas o conflictos políticos. Y no se sabe cómo lograrían ser felices sin tener empleo, sin atenciones médicas o sin provisiones para comer todos los días. Los sirios que emigran a Europa son infelices a causa de problemas sociales, colectivos, políticos, religiosos.

Es claro que cada sirio emigrado puede, bajo la precaria carpa en que duerme, mirar los ojos de su hijo pequeño y experimentar alegría por haberlo sacado del infierno de la guerra en su país. Lo social es el marco, el alvéolo en que se desarrolla la felicidad individual. Algunos judíos confinados en los campos de concentración nazis lograban abstraerse de su horrorosa realidad y disfrutar siguiendo el vuelo de una mariposa. Pero nadie en su sano juicio cree que en la antesala de los crematorios, alguien, con apellido judío, se sintiera feliz. La gente percibe el frío o el calor que transmite la atmósfera que le rodea.

No hay felicidad posible sin trabajo, alojamiento, alimentación, y un mínimo de estabilidad colectiva que permita planificar el futuro inmediato. En Túnez, Marruecos, Ucrania, Afganistán, Siria, Libia, Israel, no hay condiciones para arreglos internacionales a corto plazo. La globalización de la economía, la contratación extraterritorial de mano de obra, la competencia por el dominio de los mercados, hace muy difícil el acuerdo entre países con grandes economías industriales.

Los pueblos europeos han ido pasando de las pedanías rurales al Estado-ciudad; del mundo feudal a la monarquía, al Estado-nación; ahora experimentan con esquemas de integración económica regional. Con el Estado-nación hubo leyes nacionales y mercados nacionales; hoy, las compañías multinacionales y transnacionales necesitan “mercados globales”. Y desde luego, miran “con buenos ojos” la desaparición de las “barreras nacionales” al comercio de bienes y servicios. A los pequeños países les toca actualmente el momento de sufrir; sufrirán menos aquellos pueblos que no emigren por vías marítimas “globalizadas”.

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