Los niños o adolescentes que se ven expuestos a acoso escolar o “bullying”, pueden desarrollar diferentes trastornos mentales que pueden arrastrarse incluso hasta la adultez.
Este tipo de acoso o violencia es un tema de gran relevancia en el ámbito escolar en donde muchas veces se desarrolla y se vive de forma cotidiana.
La psiquiatra Leidy Batista detalla que el “bullying” (acoso, intimidación), se refiere al sistema de abuso sistemático, repetitivo y de intención que un niño, adolescente o joven ejerce sobre otro.
La doctora señala que estas características hacen que este tipo de abuso suela permanecer oculto ante los familiares y educadores.
“Esta exposición crónica vulnera emocionalmente a sus víctimas aumentando el riesgo de presentar diferentes trastornos”.
El ser víctima de bullying en las etapas tempranas del desarrollo, aumenta el riesgo de presentar trastornos depresivos, trastorno de ansiedad, trastornos asociados al consumo de sustancias, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia), trastornos de la conducta y los impulsos.
Batista especifica que además de presentar los trastornos antes mencionados, los adolescentes pueden desarrollar: baja autoestima, actitudes pasivas, trastornos emocionales, problemas psicosomáticos, depresión, ansiedad y pensamientos suicidas.
Así mismo, pérdida de interés por los estudios, lo que puede desencadenar en un menor rendimiento y fracaso escolar; aparición de trastornos fóbicos; sentimientos de culpabilidad; alteraciones de la conducta: intromisión, introversión, timidez; aislamiento social y soledad desencadenando todo esto en problemas en las relaciones sociales y familiares.
La especialista dice que se sabe que el bullying afecta física y emocionalmente a los niños. Pero poco se conoce sobre los efectos a largo plazo del acoso escolar.
Batista establece que los padres deben prestar especial atención a los signos de alerta, entre los que señala: cambios bruscos en el rendimiento escolar y la conducta, aislamiento, evitación, baja autoestima, respuestas emocionales extremas, intensas y poco autocontrol.
La doctora explica que la mejor estrategia para combatir el bullying y sus repercusiones a largo plazo en la vida de sus víctimas es evitar que se llegue a producir. Para esto, el entorno escolar debe tener protocolos actualizados y preparación tanto del profesorado como de los estudiantes en su rápida identificación e intervención, así como la correcta instrucción a los padres sobre la atención a los cambios en el patrón emocional y de conducta de sus hijos.
“Al identificar que un adolescente esta siendo víctima de acoso escolar debemos como padres proporcionar el acompañamiento y evaluación oportuna por un profesional de la salud mental para minimizar sus consecuencias a largo plazo” concluye.