POR LEONORA RAMÍREZ S.
Están en todas partes. Sustituyen las promesas. También las mentiras. Son el instrumento de difusión de candidatos legislativos y municipales. Sin que nadie las sancione, violan todas las normas de ruido establecidas por la Secretaría de Medio Ambiente. Andan como chivos sin ley por parajes, caminos vecinales y modernas carreteras.

Desde su caja negra se escucha un reggaetón de moda, las entristecidas cuerdas de una bachata, o la güira y el acordeón de un merengue, que sirven de fondo a la delirante voz que invita a sufragar por fulano o mengana. Pero nadie sabe si votar por la “linda” cara de los candidatos estilizada  por el “fotoshop” que les quita los años como si la vejez fuese un delito, o por el mensaje descalificador de los contrarios ante la ausencia de propuestas  concretas.

Son las “discolight”, potentes bocinas móviles que transitan a toda hora, sobre todo en las carreteras, promoviendo a los  candidatos de este 16 de mayo en que serán electos 178 diputados, 32 senadores y 2,228 síndicos y regidores con sus suplentes, en cuyo proceso la Junta Central Electoral (JCE) gastará RD$986.7 millones. Dinero del pueblo.

Se puede asegurar que esos aparatos le niegan al elector la posibilidad de un contacto directo con los protagonistas de la costosa democracia dominicana, pero vale reconocer que evidencian las diferencias económicas entre uno y otro.

Porque no es lo mismo el altoparlante de un candidato de Pedernales, que el equipo de sonido de Raúl Mondesí, el ex jugador de Grandes Ligas que se postula como candidato a diputado por San Cristóbal.

Pero a pesar de la “chercha” que propician y del clientelismo político, las “discolight” no han podido reducir el desencanto de los votantes, que ya preocupa  a  la JCE que estableció, mediante  un estudio, que sólo en el Cibao alcanzaría un 50% en los próximos comicios.

¡Qué siga la fiesta!