Tregua

<p>Tregua</p>

Los dominicanos bien que nos merecemos una tregua política de gran alcan ce. No solo debe aspirarse a un cese del activismo político general que virtualmente lo arropa todo.

Merecemos que ese cese también se aplique en cuanto al laborantismo partidista desde el propio Estado.

La época es propicia para actuar con sensatez y evitar por todos los medios posibles que los pro y contra que se baten en cada una de las parcelas políticas, pero fundamentalmente en la que ostenta el poder, influyan en el desenvolvimiento de los asuntos de Estado, en cualquiera de los poderes públicos.

Aún con lo debilitada que está en estos tiempos la tradición de la Navidad, deberíamos aprovechar la temporada para asumir una posición crítica, o autocrítica, en torno a cada comportamiento público.

Deberíamos ver cómo se puede moderar el furor de las «precampañas» políticas y evitar que las mismas desborden los linderos de los partidos del sistema para colarse en todos los menesteres de la vida nacional.

Las «precampañas» de los partidos están proyectadas más hacia fuera de las organizaciones que hacia lo interno, y lo están en contra de la voluntad de mucha gente que quisiera verlas limitadas a cada organización interesada en participar en las lides electorales con candidaturas propias.

-II-

Hay que evitar por todos los medios que acciones de Estado puedan ser salpicadas de partidismo. De manera recíproca, el partido en el poder debe evitar que sus asuntos se cuelen hacia las acciones de Gobierno.

Y la oposición, que trata de recomponer sus fuerzas y ganar terreno en la lid que se avecina, también debería hacer un ejercicio de moderación.

Hay que establecer claramente las diferencias entre «precampaña» y campaña, y llevar cada cosa a su ámbito natural y lógico.

El laborantismo de los partidos en el proceso de definición de candidaturas no debería impregnarlo todo, entre otras cosas porque es mucha la gente que no tiene vínculos con estas organizaciones.

Ya hay que ir pensando en tener un estatuto legal que establezca claramente las reglas del ejercicio partidista, sus alcances y limitaciones, sin desmedro, por supuesto, de la democracia representativa que tiene a los partidos como sus principales soportes.

Las campañas y «precampañas» no deberían ser saturantes y permanentes, de contenido a veces agresivo e hiriente.

De la misma manera que hemos hecho reformas en muchos aspectos de la vida como nación, tenemos que ocuparnos de los asuntos partidistas, sin afectar el ejercicio democrático que les está garantizado y protegido por ley.

La temporada es propicia para inspirarnos en estas cuestiones y trabajar en darles forma.

Pero, por lo pronto, hagamos una parada en el activismo partidista y reconozcamos que los dominicanos tenemos derecho a disfrutar la Navidad libre de las zozobras y tensiones que acarrea la política.

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