Trenzar el pasado, el presente y el porvenir

Trenzar el pasado, el presente y el porvenir

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
En el prefacio de El retorno de la antigüedad Robert D. Kaplan nos anticipa algunos datos sobre su vida y su estilo de razonar. ¿Existen estilos de razonar? La tradición intelectual que nos llega desde la ilustración nos hace creer que la razón es una potencia impersonal, abstracta, universal. Los filósofos idealistas de comienzos del siglo XIX manifestaron una rotunda fe en el “espíritu objetivo”, en el inexorable “destino de la humanidad”.  Al decirlo abrían los ojos desmesuradamente. El “espíritu absoluto” es uno de los monstruos más prestigiosos de la filosofía. Ortega escribió –en unas notas para una conferencia que no llego a pronunciar– que la historia de la filosofía era una “procesión de monstruos”; y de monstruo intelectual calificó la sustancia  aristotélico-escolástica.

El propio Ortega explicó una vez que los hechos históricos son como botellas; los podemos agrupar por su tamaño, por su color o su forma; en todos los casos habremos realizado un ordenamiento coherente, lógico, racional. Los resultados serán diferentes; las botellas quedarán siendo las mismas. Y los “criterios” siempre son validos, puesto que tamaño, color, forma, constituyen datos importantes de esas realidades que llamamos botellas.

En el primer párrafo del mencionado prefacio Kaplan suelta esta perla: “El pecado original de todo escritor es ver el mundo desde su propia perspectiva. La objetividad es ilusoria.  Como Don Quijote dice a Sancho Panza, “eso que a ti te parece bacia de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino”. Del mismo modo, las discusiones de los expertos en política exterior son una demostración de cómo las mentes mas privilegiadas pueden discrepar sobre los detalles más insignificantes. Esta referencia al Quijote viene inmediatamente después de un epígrafe con una cita de Ortega y Gasset sacada de Historia como sistema. La reflexión de Ortega es ésta: “El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, apilados piedra sobre piedra durante miles de años”.  Nos sorprende la reiterada “caída” de Kaplan en pensamientos de pura cepa hispánica. 

Tal vez no sea ocioso añadir que, al final de su vida, mucho después de haber escrito Historia como sistema, Ortega completó esos pensamientos acerca de los errores. El texto utilizado por Kaplan es de 1935, aunque fue publicado en 1941.  Pero ya en 1942, en él prologo a la Historia de la filosofía de Emile Brehier, Ortega afirma: “…una filosofía es la verdadera no cuando es definitiva –cosa inimaginable–, sino cuando lleva en sí, como vísceras, las pretéritas y descubre en éstas el “progreso hacia ella misma”. El error es la interrupción del pensar en un punto determinado. A juicio de Ortega, el error es una verdad parcial que requiere ser  integrada en una escala más amplia o abarcadora. Es lo que él llama “serie dialéctica”. Los errores son peldaños de una escalera que conduce a verdades más complejas, mejor fundadas, más sólidas. Por eso dice que “toda superación es conservación”. Los errores en la historia del pensamiento son pasos hacia la verdad. Ortega estima que Hegel y Comte fueron los primeros en “salvar el pasado”, en considerar el pretérito como “la historia del constante acierto”. Esos dos pensadores creían, no obstante, que el pasado nos llevaba, evolutivamente, a la plenitud definitiva de “la verdadera filosofía”: la que ellos formularon. Ortega, por el contrario, cree que la historia no acaba; y en una nota al pie de página indica que es preciso desarrollar “la teoría de la verdad”.  Nos sugiere que así como hay cuentos de nunca acabar, podría haber escaleras de nunca llegar.

En los libros publicados después de su muerte encontramos la continuación de la “serie dialéctica” que comienza en Historia como sistema, continúa en el prólogo al libro de Emile Brehier y concluye en Origen y epílogo de la filosofía.  Concluye sin acabar, porque la historia no termina, pues siempre está en marcha. Para Ortega “pensar es dialogar con la circunstancia”. La serie dialéctica a la que se refiere Ortega es la serie de las experiencias del hombre en la historia.  No es dialéctica de la razón pura sino de la razón histórica.  Quería Ortega que las ideas fuesen herramientas provisionales para andar entre las cosas, que se ajustaran a los objetos con la comodidad y la precisión de un par de guantes de cabritilla. Si no ajustaran las ideas con el contorno del que son correlato, habría que echarlas al zafacón mental como viejos guantes agujereados.

Kaplan es un periodista viajero que aspira a ver las cosas con sus propios ojos. No ha impartido clases en ninguna universidad, ni ha desempeñado cargos oficiales. Dice carecer de “todas esas experiencias útiles”.  Pero, en cambio, resalta orgullosamente su entrenamiento como reportero. “Fue el impacto de presenciar directamente guerras, agitación política y pobreza en el tercer mundo lo que dirigió mi atención hacia los clásicos de la filosofía y la política, con la esperanza de encontrar justificación para los horrores que veían mis ojos”. Piensa Kaplan que “La Revolución Francesa (…) comenzó con una fe ilimitada en el sentido común de las masas –y en la capacidad de los intelectuales para obtener buenos resultados– y terminó en la guillotina”. Prefiere el “pesimismo constructivo” de los fundadores de la nación norteamericana y menciona una máxima de Madison: “Si los hombres fuesen ángeles no seria necesario ningún gobierno”. A Ortega le causaba sorpresa que los árabes llamaran a los relatos de viajes “libros de andar y ver”. Es posible que haya más de una coincidencia entre Kaplan y el Ortega primerizo. Kaplan ha conocido traficantes de armas en Pakistán, “señores de la guerra” en el Cáucaso, anarquistas en África. Tres veces menciona en su libro a la vecina República de Haití: como escenario de graves conflictos, como país donde es inútil celebrar elecciones si el gobierno es incapaz de “atajar la violencia”; y en comparación con Kosovo, pues en ambos lugares la intervención militar de Occidente, aún haciéndose cargo de la “administración local”, encontró “factores culturales e históricos insolubles” que les impedían mantener la estabilidad. Tal vez Kaplan pueda ayudar a la RD explicando en los círculos académicos de los EUA qué son los ton ton macoutes, los chiméres o el “ejército caníbal”.

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