Trenzar el pasado, el presente y el porvenir

Trenzar el pasado, el presente y el porvenir

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
En muchos lugares del mundo la población crece a un ritmo vertiginoso.  Los controles de la natalidad hacen menguar las tasas de crecimiento pero no logran pararlo. En la China continental habitan 1,300 millones de personas; ya la India se acerca a esas enormes cifras de población. Las ciudades son cada vez más grandes y más difíciles de manejar administrativamente.

El fenómeno de las aglomeraciones humanas, previsto por Ortega, ha desbordado todos los pronósticos de cuantía. En Tokio hay 15 millones de habitantes, en Sao Paulo 11, en ciudad México 19, en Pekín 14; en la “pequeña” Kiev viven hoy 5 millones de ucranianos, en Moscú se hacinan 9 millones de rusos. El éxodo del campo a la ciudad es una realidad visible en cientos de  países. Nadie quiere ser un trabajador agrícola, ni vivir en una aldea.  En los EUA, hasta hace poco tiempo, el 2% de la población producía los alimentos del resto de los habitantes. Se han invertido los términos antiguos entre población urbana y población rural. Durante las primeras campañas políticas de nuestros “nuevos” lideres democráticos -ya muerto Trujillo- las elecciones las decidían los habitantes del campo, de los villorrios remotos, de ciudades nacientes o en fárfara. Hoy por hoy, la mayor parte de la población reside en las ciudades. Han emigrado desde el campo en busca de mejores condiciones de trabajo, de mayores oportunidades para la diversión, los viajes, el placer. Las elecciones, obviamente, son decididas ahora por los habitantes de las ciudades.

Kaplan sostiene que hoy existen nuevas ciudades-Estado, parecidas a las de la antigüedad, que “rodeadas por regiones débiles o anárquicas, pueden ser controladas por oligarcas financieros y militares, algunos de ellos instruidos y otros criminales”.  Él les llama “principados neomedievales”. En esos lugares los dirigentes de los partidos disponen de avanzadas tecnologías de comunicación.  El dinero de empresarios inescrupulosos influye en la política; y la participación militar suele ser más intensa que en otras épocas o situaciones.

Robert D. Kaplan describe así su visión de las ciudades emergentes:  “Las ciudades siempre han vivido mas allá del bien y del mal, en esplendor y fealdad, creatividad y terror, con ideas y dispositivos nuevos: lugares para experimentar en vez de juzgar. Imagínense las multitudes que vivirán en ciudades – Estado opulentas dentro de unos años: felices en sus colmenas de hormigón, subsistiendo de cine, televisión e Internet, pasando de una moda a la siguiente, condicionadas por las opiniones de los demás a través de unos medios electrónicos en continua expansión hasta el punto de poner en peligro su personalidad, aunque se empeñen en proclamar lo contrario”. El comentario que de esta pintura hace el autor de El retorno de la antigüedad es el siguiente: “Solo las masas islámicas han cuestionado seriamente el estado moral de las ciudades de nuestro tiempo. El fundamentalismo islámico presta apoyo moral y psicológico a los millones de campesinos que han emigrado a las ciudades de Oriente Próximo, el sur de Asia e Indonesia, en cuyos humildes suburbios ven atacados sus valores al mismo tiempo que los abastecimientos de agua y otros servicios se averían. Mientras nuestras elites hablan sobre la globalización como antiguamente sobre el marxismo, surge una nueva lucha de clases vinculada a la religión y a las tensiones de la vida urbana en el tercer mundo”. Concluye con ésta afirmación enfática: “El siglo XX fue él ultimo de la historia en que la humanidad era mayoritariamente rural”.

Kaplan estima que “los campos de batalla del futuro serán terrenos urbanos muy complejos”. Cierra su razonamiento con una frase de talante trágico: “Si los soldados norteamericanos no saben matar de cerca, la condición de superpotencia de Estados Unidos queda en entredicho”. Piense el lector en lo que ocurre actualmente en Irak, ocupado por tropas de los EUA; y examine someramente la famosa doctrina Colin Powell, practicada en las dos guerras del Golfo Pérsico y en los bombardeos sobre Serbia para expulsar del poder a Slobodan Milósevic. La infantería solamente ocupa un territorio cuando los proyectiles teleguiados han destruido toda resistencia militar organizada. Los soldados profesionales mejor armados del mundo son protegidos por una meticulosa estrategia; no así los indefensos habitantes civiles de las ciudades, que  no pueden huir de la “precisión misilística”. Es pertinente, pues, que los ciudadanos de países pobres hagan algún esfuerzo por enterarse del riquísimo contenido del ensayo de Kaplan.   “La política de los guerreros”, y el revival de la antigüedad clásica, son dos tañidos tristes de campanas que nos anuncian la llegada de tiempos revueltos y difíciles.

Por razones de higiene mental me parece oportuno hacer ahora una pausa. En lugar de prolongar la inmersión en los razonamientos de Kaplan, es preferible salir al aire libre: olvidar un instante al profesor Huntington y sus ideas sobre civilizaciones afrontadas, emigrantes y decadencia; dejar a la espalda en una mochila al erudito Rostovtzeff y al imperio romano. Y tratar entonces de mirar con ojos de explorador a los Estados Unidos, en una inspección directa “sobre el terreno”. Hagamos eso que llaman, con simpleza y desparpajo, “echar un vistazo” por nuestra  propia cuenta. Como es obvio, solo se trata de un “retroceso” metódico para volver más tarde a examinar los textos provisionalmente abandonados.               

henriquezcaolo@hotmail.com

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