Tres décadas de frustrantes negociaciones (Parte II)

Tres décadas de frustrantes negociaciones (Parte II)

Pasada la euforia del positivo anuncio de la concreción de un primer acuerdo entre el Gobierno y la FARC,  sobre el proceso de paz en tono al primer punto de la agenda – Reforma Agraria Integral – viene ahora el segundo tema a discutir, la participación e integración política de los  insurgentes. Este es un tópico duro y fuerte.

Empezó con mal paso esta segunda parte, pues las FARC quieren ahora que se suspendan las elecciones presidenciales del próximo año, además que, de llegarse a una negociación final, debe ser refrendado por una asamblea nacional constituyente, ambas propuestas, rechazadas por el gobierno rápidamente. Así pues, las negociaciones van para largo, los expertos entienden  que tomará más de un año, quizás dos, llegar a un acuerdo final.

Toda esta historia turbulenta de Colombia tuvo su génesis en las elecciones presidenciales de Colombia del año 1946, cuando el Partido Liberal Colombiano, que había gobernado por 16 años consecutivos concurre dividido a las elecciones de ese año. Por un lado, el candidato oficialista del liberalismo Gabriel Turbay y por el otro,  el disidente Jorge Eliécer Gaitán. Por ir desunidos dividen los votos liberales, lo que aprovecha el Partido Conservador Colombiano  para ganar las elecciones con su candidato Mariano Ospina Pérez.

Cuando un año más tarde, muere Turbay en forma extraña en París, Gaitán queda como líder indiscutible del liberalismo. Todos los historiadores contemporáneos colombianos coinciden en señalar  que Gaitán  era una línea directa para ganar las elecciones del año 1950.

Hasta que la desgracia acechó a Colombia, el 9 de abril del 1948, unas balas asesinas dieron al traste con uno de los líderes más carismático que conoció la historia política de Latinoamérica.

El Bogotazo, como se conoce el asesinato de Gaitán, destapó todos los demonios no solo en los días que siguieron, sino también por varias generaciones. Bogotá se incendió, más de 5,000 muertos, miles de heridos, 146 edificaciones derrumbadas, quemadas o saqueadas. La ola destructiva y caos que continuó se bautizó como  La época de la violencia.

Dicha violencia bipartidista  se fue agudizando y contribuyó a la formación de guerrillas liberales y comunistas. Los miembros del partido liberal no participaron en las elecciones del 1950 como protesta y repudio al asesinato de Gaitán.

Así las cosas, Laureano Gómez, del partido conservador -había sido embajador de Colombia en Alemania y admiraba a Hitler -ganó las elecciones con solo 14 votos en contra. Gómez quería impulsar una nueva constitución de corte fascista, el problema fue que Gómez tenía serios quebrantos de salud y la violencia imperante debilitó su gobierno. Este escenario de inestabilidad y violencia lo aprovecha el General Gustavo Rojas Pinilla para en 1953 dar un golpe de Estado que perduró hasta el 1957, de hecho, fue el único dictador de Colombia durante el pasado siglo XX.

Bajo esas condiciones y en el contexto de la guerra fría, en 1964 un grupo de campesinos, disgustados por haber sido reprimidos por el ejercito por disputas de tenencias de tierra, se refugian en las selvas y forman unas guerrillas comunistas que las llaman  Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Esas milicias  las comandó un campesino llamado Pedro Antonio Marín, mejor conocido  por su alias de Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo. De eso hace casi medio siglo y lo que comenzó con una rebelión justa  se convirtió con el devenir del tiempo en uno de los grupos criminales más violentos del planeta.

En esos 50 años ha habido de todo, guerrillas liberales, comunistas y hasta paramilitares, como es el caso de la guerrilla paramilitar de ultra derecha, la denominada Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Estos últimos se convirtieron en el azote de todos en las dos últimas décadas del siglo pasado.

Mezclados los unos y los otros con el narcotráfico. Las lealtades y traiciones cambian como las estaciones del año. En Colombia ya no se sabe  quién es el bueno o quién es el malo, pues los Gobiernos se han corrompido y muchas veces conviven con los narcos y paramilitares. El desprecio por la vida humana hasta dio paso al terrorismo de Estado, como son los casos de los “ falsos positivos ”, donde militares, para buscar ascensos, fusilaban indefensos campesinos y los contabilizaban como bajas de guerra.

Estas luchas fratricidas se han llevado a generaciones de lo mejor de Colombia. Los violentos de la FARC no han reparado en secuestrar y extorsionar a todos, como son  policías, militares, estudiantes, campesinos, trabajadores, académicos, hombres de empresas, religiosos, intelectuales, maestros, periodistas, escritores y hasta jueces,  en fin, lo mejor del gran pueblo de Colombia.

En mi columna anterior indicaba que los  expertos estiman  que de llegarse a un acuerdo en las negociaciones de paz, tomaría diez años adicionales para implementar las medidas acordadas. O sea, el acuerdo de paz no termina, hasta que esté terminado e implementado.

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