Tres factores contra el TLC

Tres factores contra el TLC

PEDRO GIL ITURBIDES
En tanto se aprende a güayar la yuca con disciplina de trabajo, creatividad, sentido de productividad, eficiencia y eficacia, tendremos encima las nuevas importaciones. El pago de estas facturas quedará sujeto a unas esmirriadas exportaciones, y a los ingresos por venta de servicios y remesas. Podríamos llegar al instante del que les habló Dwight David Eisenhower a un grupo de empresarios de su país. Antes les he hablado a ustedes de ello.

Se enfrentaba Eisenhower, héroe de guerra, republicano, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, a grupos proteccionistas. Prevalidos del apoyo que le habían brindado, esos empresarios lo presionaban para que cerrase el mercado a las importaciones. Eisenhower venía de una guerra, la segunda gran guerra, en la que había comandado tropas de muchas banderas. Sentía la obligación que nace del sentido de solidaridad, y más que ello, del sentido común.

¿Qué ocurrirá cuando nuestros aliados, que no pueden vendernos, carezcan de recursos para pagarnos? ¿Dónde quedarán los tractores, los camiones y otros productos de la industria estadounidense? Los argumentos fueron decisivos en un proceso de apertura que permitió establecer un mercado preferencial para la compra de azúcar y otros productos, a países como el nuestro.

Tal vez no lleguemos a estos extremos, pues como les dijo Eisenhower, siempre quedaba el recurso de prestarles dinero para que con éste pagasen sus compras. Sin embargo, ¿el dinero que se toma prestado no se paga? Como vemos, hay que producir. O vender mano de obra de dominicanos en el territorio dominicano, o mano de obra de dominicanos en el exterior. El producto de este último trabajo es lo que llamamos remesas, cuyo monto nos ha salvado de la antropofagía en los años recientes. Porque téngalo por seguro, que, de no haber sido por el turismo y las remesas, ya estaríamos comiéndonos. Y eso, que todavía no tenemos encima el tratado de libre comercio con Estados Unidos de Norteamérica y otros países.

Pese al afán de los tratadistas económicos que preconizan que nos abracemos a un sistema de servicios, tenemos que producir bienes, sobre todo de consumo. Pero la producción de bienes tiene grandes y poderosos enemigos en el país. El primer gran enemigo es el gobierno, cuya hipertrofia sirve de lastre a la nación. El peso de los gastos operativos del sector público es una carga onerosa para todos, y más que nadie, para los productores. Otro enemigo artero es el costo de la energía eléctrica y de los apagones. El último de los enconados adversarios es el costo de los combustibles.

Estos tres factores podrían echar al pozo los potenciales efectos benéficos derivables del tratado de libre comercio. Porque aunque como consumidores pudiésemos optar por artículos baratos, su encarecimiento sobrevendrá por el afán fiscalista del gobierno. Y entre el costo de los combustibles y la energía eléctrica, tendremos suficiente como para que no se sientan los beneficios que pudieran derivarse de importaciones baratas.

Por estos días se habla de una reforma fiscal compensatoria. Pero las compensaciones no están sugeridas para los contribuyentes, sino para el gobierno. Aquel debe seguir sacrificándose, éste, tragando. Y tal vez, ahora que George W. Bush firmó la resolución del tratado, ha llegado la hora en que preguntemos a dónde llegará el gobierno. Porque el tema de las compensaciones debe tener su límite en las debilidades de la economía.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas