Tres insectos comunistas

Tres insectos comunistas

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
El título se refiere a las abejas, a las hormigas y a los termes. En verdad, creemos que el hombre no nació comunista, aunque tratara de llegar a serlo. Eso bien lo saben los conocedores del Manifiesto de 1847 y los estudiosos del Materialismo histórico. El hombre pensó adentrarse en el comunismo, tal vez evocando el llamado comunismo primitivo, allá en los orígenes de la humanidad cuando no se conocían las palabras mío y tuyo.

Al respecto en «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el ilustre caballero de la triste figura, un día le dijo a su escudero Sancho, que cuando se inventaron los términos mío y tuyo comenzaron a surgir sobre la faz de la tierra grandes problemas y severas calamidades. Y ello fue que se formaron tres grupos. El primero integrado por los que dicen lo mío es mío, pero también lo mío es tuyo. El segundo grupo formado por los que aseguran lo mío es mío, lo tuyo es tuyo. Y el tercer grupo que con saña predica lo mío es mío y lo tuyo es mío. Ese tercer grupo es un verdadero engendrador de grandes discordias.

Dejemos lo atinente al hombre, que en puridad de verdad no nació comunista. Vamos a repetir el título de este trabajo. Tres insectos comunistas.

Esos insectos son las abejas o dípteros, las hormigas o himenópteros y los termes o isópteros.

Esos tres insectos son sociables, son sociales y viven en comunidad. Acerca de ellos existen interesantes libros que nos explican el misterio sacro de su vida y de su extraordinaria inteligencia.

El belga Mauricio Maeterlinck dedicó su larga y fructífera vida al estudio de esos insectos prodigiosos. Maeterlinck nos dejó tres libros acerca de la vida de las abejas, de las hormigas y de los termes, termitas o comejenes.

El estudioso belga, el sabio nacido en la ciudad de Gante en el 1862, no era un fanático creyente; pero cuando se consagró y se adentró profundamente en el estudio del increíble pequeñito mundo de los insectos creyó que había demasiado inteligencia en ellos y en los vegetales, en las plantas…Y entonces empezó a vislumbrar, a columbrar un rostro desconocido para él, de la Madre Natura, o sea de Dios, en el universo.

Ahora con humildad nosotros confesamos que del 1950 para acá hemos leído los de Maeterlinck. La vida de las abejas ha sido nuestro preferido. Tres veces hemos posado nuestra vista sobre sus páginas y cada vez hemos encontrado esa obra más fascinante.

Con referencia a las abejas es preciso decir que a principios del siglo diecinueve ilustres sabios matemáticos confrontaron un problema por culpa de las abejas.

Y consistía que al colocar a tapa de cera en las celdas o alvéolos de los panales, las abejas de manera ultra-inteligente para con la superficie más reducida hacer mayor depósito de miel, siempre hacen la colocación de la tapa en base a ángulos agudos de 70º (grados) 32’ (minutos) y los obtusos de 109º 28’.

Los ilustres sabios matemáticos ya aludidos, aseguraron que los cálculos no coincidían (los cálculos de ellos) con los cálculos de las abejas y aseguraron que los ángulos agudos tenían que medir 70º 34’ (diferencia de dos minutos) y los ángulos obtusos lo mismo 109_ 28’. Resultaba entre los matemáticos y las abejas una diferencia de dos minutos angulares.

¿Quiénes eran los equivocados, los sabios o las abejas?

La pregunta, la interrogante, duró algunos años. Hasta que naufragó un barco y el capitán aseguró que erró en la latitud porque a ello lo llevó una falla que luego encontró en la tabla de logaritmos. Ciertamente que hallado el error, se enmendó todo y el matemático escocés Colin Maclaurin resolvió el problema de las abejas. Ellas tenían la razón.

Las abejas residen en una comunidad, la colmena, donde en sociedad viven: la reina, los zánganos y las obreras. Cuando la reina celebra nupcia con un zángano cualquiera para ser fecundada. Las obreras matan a todos los zánganos que ya se convierten en unos vagos sin motivo para vivir y consumir la miel que representa el producto de una labor y de una tarea que la Madre Naturaleza, Dios mismo, le ha encomendado a las abejas (apis melífluas). Reiteramos que los zánganos después de la fecundación de la reina se convierten en holgazanes y como en la colmena hay que laborar, hay que trabajar para comer, las obreras los eliminan. Sin embargo hay colmenas insulares donde los zánganos tienen suerte y logran el don de la emigración.

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