Tres meditaciones
El cambio de la rueda

Tres meditaciones <BR>El cambio de la rueda

   Describiendo la grave encrucijada del hombre  y la mujer de su época, el gran dramaturgo alemán  Bertol Brecht escribió un brevísimo poema que él llamó “El cambio de la rueda”. Brecht era un hombre ligado angustiosamente a la inescrutable incertidumbre del porvenir, y como ése es también nuestro caso, su breve poema nos puede servir de pretexto para una meditación. El poema de Brecht dice así: “Estoy sentado al borde del camino,/ el conductor cambia la rueda./ No me gusta el lugar de donde vengo./ No me gusta el lugar a donde voy./  ¿Por qué miro el cambio de rueda /con impaciencia?”.

     Tal vez, al igual que el poeta entonces, los dominicanos miramos el cambio de rueda con impaciencia, y escrutamos el futuro acongojados.   Es claro que el poeta se estremece ante lo desconocido, es claro que lo atosiga la incógnita de lo que vendrá.  ¿Oh, Dios, acaso no ha sido ésa siempre la urgencia que desgarra la dominicanidad?

   EL PAÍS SUBJUNTIVO

Un país subjuntivo solo existe en el futuro, se proyecta como posibilidad, casi es antítesis del amargo de retama del presente.  Eso es lo que somos, un país subjuntivo. El presidente Danilo Medina gobierna un país subjuntivo,  yo habría aceptado mi destino de vivir en ese país subjuntivo, pero ¿y qué hago con el presente? ¿Cuál es el nivel de  despojo de la riqueza social que la corrupción actual nos arranca? ¿Dónde están los beneficiarios del déficit fiscal de más de doscientos mil millones de pesos? ¿Es racional que el “servicio exterior” dominicano sea una fuente de dispendio y corrupción de la riqueza social? ¿Por qué el Estado Dominicano tiene que financiar a más de 18 mil activistas del PLD a través de las nominillas A, B, y C?  ¿Cuáles funcionarios del actual y del pasado gobierno son los beneficiarios de la rescisión del contrato de administración de los peajes firmado con la empresa DOVICON,  que le ha robado a éste país 130 millones de dólares, un apreciable monto de felicidad ciudadana que ha ido a parar a los bolsillos de los corruptos, y solo se ha dado la “callada por respuesta”? ¿A quién le pregunto por  el alza indetenible de los precios, la degradación del nivel de vida, la pérdida del bienestar históricamente alcanzado, la falta de seguridad y la alta criminalidad imperante? ¿Quién responde por el sistema de salud, o por los apagones? ¿Con quién discuto sobre la estafa en que se ha convertido el sistema de seguridad social?  ¿Y ese presente no incluye, acaso, la corrupción moral que se despliega imperturbable como paradigma desde la gestión pública, el desasosiego espiritual y la quiebra de los valores? ¿No es ésta la sociedad de los vivos, los marrulleros, los cínicos?

          Danilo Mediana quisiera gobernar en una sociedad subjuntiva, pasándole por encima al presente, que lo atormenta como las angustias de una actriz que envejece.

FRANKLIN FRANCO

Una periodista me dijo en un programa de televisión que nunca me había visto reír, y le contesté que era porque  ella jamás había estado cuando Franklín Franco y yo nos encontrábamos. Siempre reíamos. La vida suele desprenderse de toda su dureza cuando uno ríe, y solo fuera del reír es que uno tiene un destino. Por eso verlo tendido ante la muerte, en un suspiro espectral, me provocó una enorme pena.

Nadie puede jactarse de haber encontrado a uno  solo que sea  perfecto, mientras nos codeamos con toda clase de personas. Pero él era un ser muy consciente de los males de nuestra sociedad, y pautaba su vida casi como un acto de insubordinación. Su trajinar por la historia es una larga expiación por la verdad, una regresión saludable que rompe lanzas a favor de su pueblo.

        ¡Perra, la muerte! Quizás cuando nos reíamos estábamos poseídos de una inocencia completa, ajenos a todo cuanto hace mella en nuestro existir. Quizás cuando nos reíamos nos deslizábamos fuera de lo inmediato, fuera de lo vivido. ¡Perra, la muerte!

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