POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
JEAN GIRIGORI (Curazao, 1948)
La de Jean Girigori podría ser una de las experiencias más intensas y complejas que haya vivido una artista de la región del Caribe en las últimas tres décadas. Pero esta misma experiencia le ha llevado a la creación de una pintura cuya autenticidad, fuerza expresiva y riqueza simbólica le ganan significado y trascendencia, no solo en el ámbito de las Antillas Holandesas, donde se ha destacado por su dedicación a la proyección de las diversas manifestaciones culturales de Curazao, manteniendo allí su estudio y trabajando en favor del desarrollo de la sensibilidad artística entre la juventud, sino también en espacios e instituciones culturales de Latinoamérica y Europa.
En las últimas dos décadas ha sido ella, precisamente, la personalidad artística que más ha motivado el interés de la crítica, los curadores, las galerías y los museos del Caribe hispano por el arte contemporáneo de las Antillas Holandesas. Un seguimiento profundo y detenido al trabajo social desarrollado por Jean Girigori con la creación y proyección de su obra durante los últimos 15 años nos llevaría a establecer una asombrosa multiplicidad de redes a través de las cuales su práctica artística personal se vincula estrechamente y proyecta de manera sumamente positiva los aportes significativos de artistas, escritores, comunicadores y activistas culturales curazoleños de reconocida trayectoria como Frank Martinus Arion, May Henríquez -Alvarez Correa (1915-1999), Tony Monsanto, Yuby Kirindongo, Ellen Spijkstra, Elvis Lopes, Bulie van Lewin, Stanley Cras, Nel Casimiri, Docco Engels, Mavis Delannoy, Pacheco Domacasse, Ruby Figueroa Eckmeyer, Jennifer Smit y Nicole Henríquez.
Ante la tela en blanco Jean Girigori procede con el mismo entusiasmo que frente a la vida. Artista incontenible, desenfrenada, cuya conducta es pintar siempre, adoptando diversos estilos y lenguajes y haciendo de los grandes problemas sociales y existenciales de nuestro tiempo las motivaciones medulares de su poética. Figuración libre, neofiguración libre, neoexpresionismo de fuerza primordial y expresionismo abstracto, afirmándose constantemente en un barroquismo de exaltada policromía, señalan formalmente los mejores momentos en su obra pictórica.
Circunstancialmente, Jean Girigori adoptará un lenguaje y una serie de gamas cromáticas para cada intención. Se vale de la neofiguración expresionista para proponer una reflexión conmovedora ante la realidad trágica de la pobreza, el abuso y la explotación infantil en la mayoría de los países e islas del Caribe, así como para denunciar los precarios valores que sostienen actualmente la condición humana, la libertad, la normalidad psicológica de los individuos y hasta los frágiles soportes del orden sociopolítico globalizado. La gestualidad espontánea y la abstracción expresionista le sirven para expresar sus convicciones, sentimientos y emociones más intimos.
AMANDA CARMONA BOSCH (Puerto Rico, 1954)
En la estética pictórica de Carmona Bosch se asimilan y transmutan las técnicas y las poéticas capitales de la modernidad artística de Occidente al mismo tiempo que subyacen enigmáticamente el aire y el delirio de las islas, las espectrologías abstractas que activan desde las raíces mágicas de la luz del Caribe y sus miríadas de cosmos aglutinantes
La turbiedad del color es una expresión de la turbación del hombre, acusaba el neoconcretista alemán Otto Piene en su defensa de una voluntad de pureza del color en la pintura contemporánea. Pero El mundo se va oscureciendo, nos advertía Heidegger en uno de sus demoledores instantes de lucidez. En la obra de arte opera la totalidad de la consciencia. He ahí los vestigios de toda la transparencia del Ser en la turbiedad de las esplendorosas utopías materializadas de artistas como Dubuffet, Mathieu, Wols, Hartung, Pollock, Tapies o en la imposibilidad de la pintura de Fautrier.
Por esta vía, si fuera factible aún, en estos instantes de signos devaluados y turbias transparencias posmodernas, cuando el mundo jamás se había tornado tan perversamente luctuoso, seguir confrontando la creación artística auténtica como aquella capaz de revelarnos el sentido de la Tierra o las múltiples transmutaciones vitales de la materia; como imagen o reacción estética polivalente que cristalinamente ha de operar como metrum: medida, concentración y anticipación de todo lo que es.
La obra pictórica de Amanda Carmona Bosch se sostiene en su propia autonomía estética y simbólica. En ella son perceptibles las potencialidades mismas del enigma y de la magia de la existencia. Desde los fundamentos alquímicos de su ética y discreta policromía se tornan perceptibles unos caudales imagéticos capaces de revelarnos sus fuentes telúricas, sus mundos luminosos y sus recintos energéticos, así como los pormenores de la vigilia que ha sido necesaria para su creación. Aquí nos asedian el reino de los ocres y su melancolía; los rescoldos del polvo esencial, del sueño y del deseo. Aquí se instaura la vigencia de una práctica de la imaginación cuyos resultados más acabados nos inquietan y se expanden vertiginosamente en nuestros sentidos.
LUZ SEVERINO (República Dominicana, 1962)
La obra de Luz Severino adquiere importancia por su grado especializado de artisticidad o ejecución material, por la elasticidad de su estructuración formal, así como por el abordaje profundo de una serie de asuntos de incuestionable importancia a la hora de advertir las escisiones definitivas de la consciencia latinoamericana, tales como el encantamiento consubstancial de las mitologías pasadas y cotidianas, la situación de marginalidad y de poder de la mujer en las sociedades poscoloniales del Caribe, las maravillas del paisaje, las dualidades mentales, el sentido de la Tierra, la reafirmación de los signos de identidad, los inquietantes efectos de la devastación ecológica y el estado de vulnerabilidad que define la condición humana contemporánea.
En los ultimos diez años, Luz Severino ha estado transmigrando por las islas del Caribe, los Estados Unidos y Europa. Actualmente reside en Martinica, donde ha realizado las obras que han integrado sus más recientes exposiciones individuales en Francia, Guadalupe, Santo Domingo y Puerto Rico. La opción de la fuga le ha costado a Severino hasta las marcas del desarraigo. Pero el viaje le ha hecho ganar la luz. Ella ha ganado el camino de la libertad, del arte y del amor. Ha ganado la inestimable oportunidad de expandir la vitalidad de nuestros signos ancestrales y nuestros actos cotidianos. Ha podido seguir siendo siempre la misma, discreta, reconcentrada, cálida e inspirada propiciadora de sueños, ilusiones e imprevistas tentativas simbólicas.