Tres panfletos

Tres panfletos

UNO
Ministros como Temístocles Montás, Ligia Amada Melo, Monchy Fadul, Bautista Rojas Gómez, Euclides Gutiérrez, Francisco Javier García, y César Pina Toribio, han acumulado más de catorce años en los gobiernos del PLD. Como dice el viejo refrán “hieden a barco viejo”. Y uno los ve transitar en el bestiario político dominicano rescatando la tan antigua idea de la perversión del poder. ¿En cuál país del mundo puede ocurrir algo semejante? Ni siquiera en un país africano un Ministro es como un tótem inmóvil que sobrevive a los cambios. ¿Qué encabritado esplendor nos dispensa de captar lo escandaloso de ese cuadro que está entre los grandes garabatos de la práctica política más degradada del continente americano?
Esos Ministros resisten perfectamente al símbolo y a la caricatura. Son la engreída presencia del atraso. Únicamente en un país de mentira podrían existir. Encarnan la amenaza de un orden arrogante donde no existe el pensamiento, y en el cual el tiempo se ha petrificado. ¿No es Euclides Gutiérrez un espécimen del siglo diecinueve? ¿No lleva Monchy Fadul en su rostro la pereza incorporada al rango de rigor? ¿No es Bautista Rojas Gómez la destrucción de la sociabilidad, un hombre seco, vano, estéril; el pequeño burgués mareado desde la altura de su promoción económica? Temístocles Montás y Francisco Javier García no solamente han transmitido al cargo el señorío de sus “vera effigies”, sino que nos han hecho creer que ser ministro es como su segunda naturaleza.

El mundo atrapado en un espejo, eso es lo que somos en este país. ¡Ministros con catorce años en el gobierno! Esta vaina está frisada, es el medioevo; un poco cómico y un poco vil.

DOS
Lo del Congreso de la República Dominicana no es ni siquiera una contravención a los buenos usos del marco institucional, porque su frecuencia y naturalidad indican que no son anomalías, sino una ideología que juzga como un patrimonio propio los bienes públicos que se administran. Ahora se inventaron lo de una “Comisión bicameral que defenderá al país en parlamentos extranjeros”, presidida, nada más y nada menos, que por Prim Pujals, el mismo senador que montó el show de la investigación de la fortuna del también senador Félix Bautista, y transformó el escenario del poder legislativo en un teatro de mala muerte. Con motivo de los trabajos de esa Comisión se gastaron fondos públicos, se viajó a Perú y algún otro país, se incordió a periodistas y abogados, columnistas y muchas otras personalidades de la vida nacional. Durante varios meses el cinismo del poder se esforzaba por embocar a la verdad. Pero el oprobio de Prim Pujals se estancó en el silencio. Dos años después esa “Comisión” no ha rendido ningún informe, y ahora Prim Pujals vuelve a darse unos viajecitos presidiendo una comisión para “defender al país ante parlamentos extranjeros”. Vivimos en la posmodernidad, son innumerables los recursos tecnológicos para que el Congreso se haga oír en parlamentos extranjeros sin tener que viajar en “Comisión”. Pero, además, el senador que preside la “Comisión”, antes de volver a usar los fondos públicos para viajar, debería recordar que le debe un informe al país.

TRES
¿No le bastaría a un país tan pequeño un parlamento unicameral? ¿No hemos vivido etapas de la historia nacional en las cuales no hemos tenido senadores, por ejemplo? ¿Para qué tantos senadores y diputados? ¿Si suprimiéramos el Senado qué ocurriría en el aspecto institucional, qué perderíamos? ¿Qué ha aportado a la democracia, al fortalecimiento de la equidad, a la justicia, a la transparencia, al juego indispensable de la interactuación social, éste Senado y esta Cámara de Diputados que no son más que sellos gomígrafos del ejecutivo? ¿Qué dirían los clásicos del enciclopedismo, auscultando a unos legisladores que le imponen una carga impositiva a su propio pueblo, sin despojarse ellos mismos del más mínimo de sus privilegios? ¿Cuál es el paradigma que se desprende del modelo de Congreso que tenemos en el país: el barrilito, el cofrecito, las exoneraciones, la compra del voto, la corrupción?
Deberíamos incluir en las papeletas de las próximas elecciones una pregunta sobre la posibilidad de eliminar el Senado. Históricamente este país no necesita un Senado, y menos como el que tenemos, que sólo en el barrilito consume más de 1,500 millones. Esos turpenes que excluyen sus privilegios de las leyes que dictan.

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