Tres semanas de vida puritana

Tres semanas de vida puritana

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Urgidos por la indomable ola de violencia y delincuencia que se había desatado en el país, el Gobierno dictó hace casi tres semanas una serie de decretos muy radicales y necesarios, como única forma de llamar a la cordura a la ciudadanía, que estaba atrapada por los antisociales y por unas autoridades que estaban renuentes a asumir su rol de trazador de las pautas de la buena convivencia con disciplina y respeto de los derechos humanos.

El tiempo transcurrido desde el pasado martes 25 ha contribuido a modificar por completo la desordenada vida que llevaban muchos dominicanos, que hasta habían perdido el deseo de trabajar y sólo pensaban en la juerga de cada noche, disfrutando de bebidas alcohólicas y de la compañía de apetecibles seres humanos de uno y otro sexo.

Ha sido una experiencia muy aleccionadora para que las autoridades asimilen que su rol no puede ser de complacencia o el dejar-hacer, sino que como rector de la vida en comunidad debían asumir sus responsabilidades, sin importar los intereses que se han afectado. Esos intereses llevan la voz cantante del disgusto por haberse afectado sus ingresos, destacándose los licoreros y cerveceros, así como los artistas que han visto disminuir sus picoteos semanales, apenas participan en pocos bailes y los colmadones, que su cierre temprano ha llevado la paz y el sosiego a decenas de barrios que vivían en un infierno con la bulla de los mismos por el afanado trajinar de los clientes en su empeño de beber, compartir y agitar como es lo característico del dominicano en su vida social.

Las medidas de control policial han sido eficaces. Se han desalentado las fechorías de los antisociales, lo cual no significa que han desaparecido, sino que adoptarán nuevas modalidades a la espera de que los limitados recursos oficiales precipiten las buenas acciones de ahora hacia un limbo de la rutina y de bajar la guardia para la permanencia de las mismas. Y esto es lo típico que ocurre en el país; ya que sabemos que la continuidad de cualquier acción dura muy poco, con excepción de los afanes fiscales en la persecución de los evasores que lo ejecutan con encomiable persistencia, continuidad y positivos resultados para el presupuesto de la Nación.

La arbitrariedad de muchas autoridades no ha estado ausente de hacer cumplir a rajatabla los decretos que determinan la forma de cómo se venden las bebidas cada día de la semana. Esto se debe a las características de las fuerzas represivas que vienen desde la época de Trujillo, donde el poder militar y policial estaba por encima del sosiego y de las leyes. Se transitaba una senda de amedrentar a la ciudadanía, evitando rebeldías en contra de la dictadura y tomaran otros senderos más militantes y peligrosos para el sostén de la misma.

La característica que se heredó desde la época de Trujillo era que la arbitrariedad y la represión abusiva se imponían por encima de cualquier criterio civilista. Se buscaba apaciguar las inquietudes y rebeldía mediante acciones directas en contra de la integridad física del ciudadano. Ahora, en pleno siglo XXI, perduran algunos retos de acciones represivas, pero sin llegar a los niveles increíbles del atropello de los derechos humanos cuando en los últimos 30 años del siglo XX, la policía se hizo adicta a los intercambios de disparos, eliminando extrajudicialmente una buena proporción de delincuentes, pero también se le segó la vida a ciudadanos inocentes, atrapados en los fuegos cruzados de los enfrentamientos policiales y delincuenciales.

El puritanismo temporal domina la vida capitaleña y de otros pueblos en este octavo mes del año. Los resultados han sido positivos para frenar ese elevado consumismo de bebidas que impulsaba a las agresiones y acciones que perturbaban a muchos sectores. Pero también la arbitrariedad en la aplicación de los decretos, persistía como algo característico de las fuerzas armadas, conformadas con una estructura muy peculiar para los propósitos que se perseguían cuando la dictadura. Y así esa arbitrariedad militar ha hecho explosión en estos días cuando se interpretaban antojadizamente los decretos de las restricciones de la vida nocturna.

Ahora la autoridad, bajo la excusa de hacer cumplir los decretos normativos para frenar la violencia, han sacado a relucir sus instintos primitivos de la arbitrariedad que otorga a quien posee una autoridad establecida por ley. A veces se pasaban toda su vida militar o policial confinados a trabajos burocráticos, o desfilar los 27 de febrero, sin que tuvieran que realizar alguna acción para la cual estudiaron y se entrenaron cuando jóvenes, ingresaron a la carrera militar o policial que soñaron como culminación de una vida de servicio a la Patria. Pero ahora le han devuelto sosiego a la ciudadanía que ya quisiera que durara por largo tiempo, aun cuando la dosis de arbitrariedad sea disminuida.

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