–Padre, ya he medido la distancia entre los puntales que soportarán las rejas y el escudo para la resonancia de la campana; todo está bien. –Pirulo, estuve con el albañil horas y horas, explicándole lo que quería hacer en el patio; después que fragua el cemento, para corregir hay que demoler con mandarrias. No podemos botar el dinero que no tenemos; en realidad, Pirulo, el dinero puede ser definido como “aquello que nunca alcanza” para cubrir las necesidades. El herrero se abanicaba la cara con su gorra de cuadros; el cura Servando, sentando en una butaca, también se abanicaba, pero con un periódico.
–Padre, me voy al taller; la policía irá otra vez por el asunto de la investigación de la muerte de Bululo. –El clima es caluroso; pero más calor producen los maleantes y la policía que tres veranos juntos. Debes cuidarte; he leído en este periódico que altos oficiales de la policía están envueltos en una pelea; cada grupo defiende intereses diferentes. Unos quieren echar al baño a los otros; se desacreditan mutuamente. Pero cada grupo sabe bien dónde duerme el diablo. Con tal de limpiarse ellos de acusaciones, embarran a cualquiera. –Creo que lo único que buscan es que yo identifique los herrajes que tiene un almacén en Los Abanicos.
–Ya lo ves, Pirulo, aquí en esta isla todos estamos abanicándonos. –Usted no pierde el buen humor. –Dios puso la risa en el mundo para aliviarnos de tantos sufrimientos que debemos padecer. No en balde se ha llamado a este mundo “el valle de lágrimas”. Nada tiene de malo que de vez en cuando este valle se llene de risas. La alegría ayuda a luchar contra los malvados. Algunas veces, Dios y las circunstancias, nos permiten ponerlos contra la pared.
–El señor de la inmobiliaria, aquel hombre que le presenté, me ha ido a ver para pedirme que lo lleve donde Lolona. Lo acabo de dejar en la puerta. Tengo la corazonada de que nos ayudará a que “las piedras caigan lejos de nosotros”. Yo no dejo de pensar en Bululo. Padre, casi nunca sueño porque me acuesto cansado; pero ayer soñé que habían apresado a los jefes del asesino de Bululo.