Tribulaciones de articulista de periódico

Tribulaciones de articulista de periódico

La semana pasada fui a comprar en una tienda de repuestos una pieza de mi vehículo adolescente, pues cumplirá quince años de uso el próximo mes de junio. Cuando el dependiente me cantó el precio, estuve a punto de lanzar un grito, pero lo contuve en la garganta.

– No sabía que costaba tanto- dije, aunque sacando la cartera, de la cual extraje los billetes para pagar.

– Don Mario, suelte el dinero, que usted se lo gana fácil escribiendo cuentos en los periódicos, y entrevistando gente en televisión.

Las palabras surgieron de los labios de un joven que se disponía a marcharse sosteniendo una pequeña funda.

– Tienes razón, y por eso voy a hablar con el director del periódico, Bienvenido Álvarez Vega, para que te abra un espacio donde puedas expresar tus ideas- repliqué, y el mozalbete se marchó sin hablar.

Quienes no padecen la manía de emborronar cuartillas consideran que el articulista de periódico es un ser privilegiado, que con poco esfuerzo consigue ver su nombre con frecuencia en letras de molde.

Pero los malos momentos abundan en este oficio, sobre todo cuando nuestros trabajos se publican un día específico de la semana.

Por diversas causas los artículos dejan de salir, y solamente aparecen otro día de la misma semana si alguno de los articulistas fijos del diario no envía su colaboración.

Si el director de la publicación es telefonofóbico, hay que utilizar la visita a su oficina o el correo electrónico para quejarse ante él por cualquier inconveniente.

Pero mis mayores proveedores de tribulación con mis relatos son los correctores de estilo, algunos con personal vocación gramaticida sobre puntuación, colocación de párrafos, y eliminación en estos de los guiones indicadores de diálogos.

Afortunadamente, estas vicisitudes se borran con los elogios que nos prodigan los lectores, especialmente los embusteros que afirman que sólo compran el periódico el día que salen nuestros escritos.

Y lo manifiestan con el rostro voluntariamente enseriado de quien está diciendo la verdad.

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