Tributo a Eugenio María de Hostos

Tributo a Eugenio María de Hostos

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Año tras año el dia 11 de enero, conmemorativo del fallecimiento del insigne educador Eugenio María de Hostos, cuyos restos mortales descansan en el Panteón Nacional, el Instituto Hostosiano y la Academia de Ciencias de la República Dominicana honran y rinden tributo a su memoria por la grandiosidad de su intensa obra social educativa como destacara su aventajado discípulo profesor Juan Bosch en su libro “Hostos, El Sembrador” y más reciente, con igual empeño resaltara el acucioso y tenaz investigador y biógrafo Miguel Collado en su libro “Tributo a Hostos”.

Nacido en Puerto Rico, los restos del Apóstol de América permanecían cuasi olvidados en el patio del Convento de los Dominicus, hasta que gracias a la feliz iniciativa de la entonces secretaria de Estado de Educación y Cultos, doctora Ivelisse Pratts Ramírez de Pérez, mediante oficio No. 4855 solicitara al señor presidente, Salvador Jorge Blanco, su traslado al Panteón Nacional, siendo acogida con entusiasmo su propuesta mediante Decreto No. 3070, de fecha 19 de junio, 1985 que ordena su exhumación y traslado inmediato al Panteón Nacional, donde descansan los demás restos de los próceres de la patria, cumpliendo así su mayor anhelo patriótico descansar en su segunda patria hasta “lograr la plena independencia y soberanía de su amado Puerto Rico.

La propuesta de la secretaria de Estado y la decisión de Presidente de la República fue mal vista por la alta jerarquía católica que además de negarle sin razón su dominicanidad, pretende degradar su memoria: “No dejar más que una generación de incrédulos e indiferentes de la fe, fruto de sus ideas basadas en el positivismo el materialismo y en el ateísmo”, prohibiendo que cualquier sacerdote o representante de la Iglesia tomar parte en dicho acto”. Ya el doctor Joaquín Balaguer, durante la dictadura de Trujillo, había iniciado su campaña educativa anti-hostosiana, decidiendo excluir las asignaturas Moral Social y Sociología” del Instituto de Señoritas Salome Ureña.

Todo lo contrario a esa malévola concepción de la ciencia, la de Hostos era moralizadora. “No se predica con la palabra, sino que se enseña con el ejemplo. “Mal predica el que mal piensa y bien predica el que bien actúa” replicaba a sus discípulos empeñados en la publicación de su libro Moral Social. “Si la educación es esencial para desarrollar la inteligencia y si se enseña a pensar y a interpretar la naturaleza y la sociedad de la cual formamos parte, se ha de recurrir más a la enseñanza científica que a la literaria. La ciencia debía aplicarse para el perfeccionamiento humano”.

Sus restos descansan en el Panteón Nacional desde el año 1985

Jerarquía católica pretende degradar la menoría de Hostos

“Mal predica el que mal piensa y bien predica el que bien actúa”

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