Trigésimo aniversario del Premio Nacional de Literatura

Trigésimo aniversario del Premio Nacional de Literatura

Han transcurrido tres décadas desde la primera entrega del Premio Nacional de Literatura, máximo galardón que se confiere a los hombres y mujeres de letras de nuestro país, en honor a sus méritos y entrega a la creación literaria. Es un premio único, no solo por el prestigio, sino también por el jugoso monto que lo acompaña. En 1990, y es la única vez que esto ha ocurrido, lo recibieron juntos, por decisión salomónica, el profesor Juan Bosch y el doctor Joaquín Balaguer, eternos rivales en política, pero cultores de una misma pasión: la escritura.
Esta noche, en el marco de esta solemne ceremonia que cuenta con la grata presencia de todos ustedes, recibe el premio el poeta, dramaturgo y ensayista León David (seudónimo de Juan José Jimenes Sabater), por su valía y consagración al oficio de escritor durante medio siglo.
Sé que doña Sara Estrada y don Manuel Corripio García, que creó la Fundación Corripio, Inc., en 1986 e instituyó este codiciado premio, se sentirían felices de esta celebración y de que haya cumplido treinta años continuos, un hito que ha sido posible por la sabia conducción y firme respaldo de José Luis Corripio Estrada, don Pepín, presidente de la fundación, y de toda su familia, honrando así un mecenazgo que se prodiga en otros ámbitos y a la labor invaluable del ministro de Cultura, arquitecto Eduardo Selman Hasbún, los rectores de seis universidades que participan y el director de la Academia Dominicana de la Lengua, a quienes estamos muy agradecidos por su encomiable trabajo, que ha preservado el nivel de solvencia y esplendor del premio.
En treinta años, como sabemos, el Premio Nacional de Literatura ha recaído en los más grandes autores «vivos» del país. Recalco el término «vivo» porque esta presea no fue concebida para homenaje póstumo. También hay que aclarar que este elevado lauro es para quienes escriben en nuestro idioma, y no autores de origen dominicano que emigraron y han hecho su obra en otros idiomas, y a los que leemos en traducciones al español.
La entrega del Premio Nacional de Literatura 2020 a León David, sirve para poner de relieve que es miembro distinguido de una familia de notables intelectuales encabezados por su padre, el combativo ensayista Juan Isidro Jimenes Grullón, y su hermano, el recordado lingüista Maximiliano Jimenes Sabater.
El ganador del premio este año es un reconocido escritor con cincuenta años de andadura en las letras nacionales, dueño de una prosa de esencias clásicas que ha ido reuniendo con una constancia admirable en gruesos volúmenes, algunos con dibujos de su esposa y compañera de ilusiones, la pintora María Aybar. Podemos decir entonces que León David es un auténtico creador y gestor cultural desde que regresó al país en los años setenta del siglo pasado, luego de terminar sus estudios en Venezuela. Es un escritor que se caracteriza por su infatigable quehacer en variados géneros y una impresionante obra realizada, por lo que le felicitamos de todo corazón.
Esta entrega constituye un bálsamo frente al estado de anomia que padecemos, en un presente en el que gran parte de la población naufraga en la pobreza y la inseguridad ciudadana, víctima del escándalo ensordecedor de una campaña electoral abrumadora que ocupa todos los espacios imaginables, y en que la mayoría de los candidatos a puestos electivos practican la demagogia como arte de birlibirloque, aunque su principal objetivo no sea resolver los acuciantes problemas de la nación, sino satisfacer sus propios intereses.
Esperamos que el Premio Nacional de Literatura continúe adelante por buen camino, para que llegue a quienes en verdad poseen las cualidades y el derecho a obtenerlo, y no a los que, cegados por un ego desmesurado, la inconciencia y las vanas aspiraciones, se consideran indiscutibles destinatarios del galardón, impidiendo así que los auténticos valores reciban el justo reconocimiento que merecen.

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