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“Damage Control”, La Imagen Corporativa en Riesgo

La Industria del Marketing, la Publicidad y los Medios de Comunicación. ¡OH! Sagrada Publicidad, cuantos genios aparecen en tu nombre.

Hasta qué punto es inteligente que una empresa o corporación empresarial eche un pleito judicial con la prensa a sabiendas de que a la larga, aún obteniendo ganancia de causa en los tribunales se enajenará la buena voluntad de un sector vital para la imagen pública de la misma.

La situación que enfrenta la empresa Ladom ante las denuncias hechas por los periodistas de investigación Nuria Piera y Huchi Lora con respecto a la calidad de la leche que esta suple al desayuno escolar no es insólita, ya que desde Tylenol, a principio de los ochenta, hasta Mattel, fabricante de juguetes para niños en años recientes, han pasado por experiencias traumáticas para la credibilidad de sus empresas. La diferencia entre una y otra situación parece basarse en el hecho de que estas grandes corporaciones han orientado la solución de sus problemas en función del desarrollo de una estrategia de relaciones públicas en la cual aplican el concepto que los norteamericanos han bautizado como “damage control” alejándose en lo posible de las recomendaciones que solo consideran el aspecto de la legalidad del caso. 

La imagen pública de una empresa, no importa la naturaleza de su gestión, exige hoy más que nunca un manejo estratégico de relaciones públicas cuya base fundamental se encuentra en el buen uso de los medios de comunicación en sus distintas manifestaciones y, consecuentemente, una armoniosa interacción con los periodistas de esos medios.

En el libro titulado “damage control”, escrito por los expertos Eric Dezenhall y John Weber, los autores señalan que una compañía bajo ataque después de un escándalo financiero o relativo a su producto enfrenta la ira de abogados, asociados, los medios, los grupos de activistas, reguladores gubernamentales y, más importante aun, de sus clientes. Los consultores y expertos en el manejo de crisis están regularmente envueltos en este punto en tratar de hacer que la mala noticia desparezca.

Lamentablemente los ejecutivos de la compañía generalmente gastan más tiempo estudiando el caso, y la alta dirigencia puede que no acepte el plan de crisis que se le propone. Sin un activo compromiso de parte de la compañía y sus principales ejecutivos los esfuerzos en el manejo de la crisis están condenados al fracaso, afirmando que el manejo moderno de las crisis no se refiere a la “buena comunicación”, como pensaban tradicionalmente muchos expertos en relaciones públicas. En cambio, es necesario un enfoque más político que asuma el riesgo de adversarios motivados. (Que no es el caso de Nuria ni de Huchi).

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