Los avances logrados por las sociedades del mundo de hoy, con el desarrollo de la tecnología en todas sus manifestaciones, han provocado cambios fundamentales en el cotidiano devenir particular del ciudadano y su interacción con la diversidad de medios de comunicación que norman e influencian su comportamiento.

Esta nueva realidad ha venido creando una especie de desenfreno en cuanto a los límites a establecer en el ejercicio del derecho al uso del libre comercio y la libertad de expresión publicitaria que le acompaña.

A diferencia de lo que sucedía anteriormente, el gobierno como regulador de las acciones en este campo tiene actualmente evidentes limitaciones para la aplicación de normas y regulaciones que colisionan con aspectos fundamentales de los derechos humanos.

Vivimos hoy “La Civilización del Espectáculo”, como diría el escritor Mario Vargas Llosa y una época de empoderamiento de los entes sociales más representativos, quienes deben velar por el ejercicio responsable de los privilegios que le otorga su posicionamiento y liderato en la actual sociedad dominicana.

En cuanto a la publicidad comercial, insistimos señalando que debido a los cambios paradigmáticos  ocurridos en el Siglo XXI, el concepto de la conformación del CONAR o Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria ha ganado tanto terreno en otros mercados, basados en que las normas, las reglas y la limitaciones que deben regir el ejercicio de esta función sean impuestas orgánicamente por los sectores fundamentales que intervienen en su aplicación.

Los ejemplos abundan en toda Latinoamérica. En México, el Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria CONAR, A.C., es un organismo autónomo de la iniciativa privada, creado hace más de 10 años por anunciantes, agencias de publicidad y/o de comunicación y asociaciones de medios, con el fin de fungir como conciliador en controversias de índole publicitario, dictando resoluciones basadas en un Código de Ética Publicitario.