Tripode
Las Encuestas, Brazo Armado de la Política Moderna

Tripode<BR><STRONG>Las Encuestas, Brazo Armado de la Política Moderna</STRONG>

POR DONALD ROWLAND
El país acaba de cerrar con éxito otra etapa de su ya largo periodo de ejercicio democrático durante el cual ha logrado llevar a cabo con cierta consistencia los eventos electorales consustanciales a esa condición de institución garantizadora de plena libertad para la escogencia de los candidatos propuestos a las posiciones dirigenciales en el tren gubernamental a escala nacional.

Dentro del esquema general de desarrollo de las campañas políticas de las últimas décadas la investigación del mercado de la preferencia de los electores, ha jugado en cierto modo un papel determinante en los resultados finales de estas campañas, posesionándose como una herramienta de «valor agregado» fundamental para el diseño de las sólidas estrategias de comunicación, que han conducido al éxito a más de una de las organizaciones que componen nuestro tradicional sistema de partidos.

El ejercicio de esa práctica volvió a repetirse en las recién finalizadas elecciones de medio término, en las cuales se apreció nuevamente el uso que de este recurso hicieron los distintos partidos y candidatos que compitieron en la contienda para el diseño de sus estrategias de campaña. También se utilizó este recurso como forma de orientación a la ciudadanía, expresada en las encuestas auspiciadas por varios periódicos, entre los cuales estuvo el conducido por la Gallup para Hoy.

La mayoría de las investigaciones que se llevan a cabo en este campo de la política es contratada por los propios partidos y conducida por expertos a título personal y por firmas generalmente reconocidas, tanto locales como internacionales, los cuales en gran medida responden a parámetros éticos y morales incuestionables.

En esta ocasión, como en oportunidades anteriores, sin embargo, los resultados de esas encuestas despertaron sentimientos encontrados en los distintos sectores políticos involucrados, manteniéndose divididas las opiniones acerca de su validez, dependiendo su aceptación o rechazo de que uno u otro sector haya sido favorecido o perjudicado por esa labor.

En el transcurso del proceso era común escuchar a los desfavorecidos con los datos aportados por las varias encuestas que se dieron a conocer al público, escudarse detrás de la trillada frase «la verdadera encuesta será la del 16 de mayo», refiriéndose al día en que lo que se lleva a cabo no es realmente una encuesta, sino la consulta a la generalidad de los ciudadanos acerca de cuales candidatos escogerán para dirigir los diferentes estamentos gubernamentales.

Si bien es cierto que los datos de una encuesta son procesados por vía de la estadística, que es el arma perfecta en manos de alguien dispuesto a mentir, como afirmara Disrael, no menos cierto es que la misma no es más que un procedimiento, un método, una manera de ver la fotografía de un momento específico, en este caso de opinión política, susceptible al cambio en una sucesiva oportunidad de auscultación.

El escepticismo que ha rodeado a la práctica de las encuestas en este campo tiene su fundamento en las muchas oportunidades en que históricamente han sido frustratorios los resultados obtenidos en su conducción, cuando han sido confiados a suplidores inadecuados, reforzando las tradicionales aprehensiones que han existido sobre su utilidad, calidad y credibilidad.

Esa percepción, no obstante, ha estado cambiando en los últimos tiempos, a medida que el mercado político se ha venido sofisticando y las expectativas de los partidos y los candidatos usuarios del servicio crecen, impulsadas por la situación de sofisticación con que se maneja el marketing político y a la necesidad de ser cada vez más eficientes y eficaces en el manejo de las variables que dominan los cada vez más complicados aspectos competitivos del mercado electoral.

Es innegable que en este ámbito de negocios existe todo tipo de servidores y que en alguna oportunidad se ha utilizado firmas cuyo aval ético o moral no resiste el más mínimo cuestionamiento. Sin embargo, en estos tiempos las capacidades para la investigación del mercado político están en su mejor momento en razón de los riesgos que se asumen, y a que la necesidad de contar con datos e información de mercado sólidos y de primera mano nunca había sido tan necesario como ahora. En consecuencia, los partidos no pueden darse el lujo de marginar esta función esencial en esa búsqueda.

Los datos finales dados a conocer por la Junta Central Electoral sobre los resultados que dan ganancioso al Partido de la Liberación Dominicana y la mayoría de sus candidatos, por sobre los de los partidos opositores, sirven para confirmar el valor de la herramienta de las encuestas cuando estas son manejadas para investigar activamente los problemas y las oportunidades, a la vez de evaluar las estrategias y las acciones de comunicación, y, más importante aun, cuando se utiliza para el mejoramiento del proceso de mercadear correctamente las posiciones políticas.

d.rowland@verizon.net.do

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