El Congreso Nacional General (CNG), que gobierna en Trípoli, condenó el ataque con misiles contra una manifestación en contra de la ONU que el viernes segó la vida de nueve civiles, y exigió que se identifique a los culpables.
“Las heridas de Bengasi, epicentro de la revolución de febrero (que derrocó la dictadura de Muaamar Al Gadafi) se ahondaron con el ataque a la plaza de Kish”, explicó en un comunicado difundido hoy a los medios.
“Fue una ataque cobarde y obsceno”, agregó la nota, que instó a que se identifique de inmediato a los culpables de la masacre y se les imponga “el castigo que merecen».
El viernes, nueve civiles murieron y en torno a 25 más resultaron heridos al caer un cohete sobre un grupo de manifestantes que protestaban en el centro de Bengasi contra el gobierno de unidad nacional libio impuesto por la ONU.
Según fuentes médicas, el proyectil impactó el sábado en las inmediaciones de la céntrica plaza Al Kish en el momento en el que alrededor de 2.000 personas clamaban contra la decisión del enviado especial de la ONU, Bernardino Léon, de designar a Feiz al Serraj como primer ministro interino.
Hasta el momento, se desconoce cuál de las diversas milicias que combaten en la ciudad, la segunda en importancia de Libia, lanzó el proyectil, y si este cayó allí de forma accidental o producto de un ataque planeado.
Bengasi es escenario de sangrientos combates desde que en mayo de 2014 milicias afines al gobierno de Tobruk lanzaran la llamada “Operación Dignidad”, una ofensiva bélica destinada a minar el poder del Ejecutivo rival de Trípoli.
Desde entonces, más de 100.000 civiles se han visto obligados a abandonar la urbe por la virulencia de los combates, en una guerra de desgaste que ha sido aprovechada por grupos yihadistas afines al Estado Islámico para asumir el control de algunos barrios.
Esta semana, tres niñas resultaron heridas al desviarse de su objetivo tres cohetes clase Hauser lanzados por las milicias afines a Trípoli contra zonas controladas por los hombres del controvertido general Jalifa Hafter, jefe de las milicias afines a Tobruk.
Hafter, miembro de la cúpula militar que aupó al poder al dictador Muamar al Gadafi (1969-2011) -convertido años después en su principal opositor en el exilio- está considerado uno de los mayores escollos para la paz en Libia.
El pasado septiembre, poco después de que la ONU anunciara un acuerdo para la formación de un gobierno de unidad nacional, redobló los bombardeos sobre Bengasi con el argumento de la lucha contra el terrorismo.
Los combates se han extendido en los últimos días, además, a los alrededores de la capital, escenario de enfrentamientos entre la milicia “Yeish al Kabil” (Ejército de las Tribus) -aliada de Hafter- y las fuerzas afines a Trípoli en el área de Sabratah, a unos 150 kilómetros de la frontera con Túnez, que han causado más de una decena de muertos de ambos lados.
Libia es un Estado fallido, víctima de la guerra civil y el caos, desde que en 2011 la comunidad internacional apoyara militarmente el alzamiento rebelde contra la dictadura de Al Gadafi.