Tristeza en el viento

Tristeza en el viento

La salud y la enfermedad son dos polos inevitables en las vidas de los hombres. Las mismas bacterias que nos enferman dejan de ser patógenas y siguen alojadas dentro de nosotros. En cualquier “descuido” del sistema inmunológico, nos atacan de nuevo. Debemos buscar y desear la salud, contando siempre con las sorpresas de la enfermedad. Tal vez el bien y el mal –en este caso sentirse bien o sentirse mal-, sean dos caras de la misma moneda. Pero también bondad y maldad son practicadas, alternativamente, por las mismas personas: amigos, enemigos y cada uno de nosotros. La tristeza y la alegría son sentimientos que van y vienen, con ritmo pendular.
Neruda escribió, en uno de sus celebrados “20 poemas de amor y una canción desesperada”, dos versos que dicen: “Mientras el viento triste galopa matando mariposas/ yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela”. Por un lado iba “el viento triste” y por otro la alegría que le impulsaba a morder una “boca de ciruela”. Ocurre igual con la belleza y el horror, con el vicio y la virtud. Todos son asuntos antitéticos que oscilan sin remedio. De estas cosas depende que seamos felices o desdichados. El calor o el frío tienen estaciones, son previsibles, no llegan repentinamente, como es el caso de la enfermedad, la tristeza o la alegría.
Un día quise saber qué cosa era “el viento triste” de la costa del Océano Pacífico; un viento tan terrible que “galopa matando mariposas”, según el testimonio de Pablo Neruda. Fui a Valparaíso: vi las huellas de las gaviotas en aquellas playas de arena gris; conocí los leones marinos; ¿y el viento triste, donde está? Había entonces una huelga de transportistas; tenían sus camiones parados en la carretera. Los sublevados camioneros jugaban tranquilos a las cartas, a la sombra de los vehículos.
Al atardecer sopló el viento y levantó un polvillo fino que nubló el día un poco más. También arrastraba hojas secas y pude oír el ruido que hacían al rodar sobre el pavimento. Entendí aquello de: “Viento que lleva en rápido robo la hojarasca”. Era cierto; las mariposas se refugiaban en los árboles para que no las matara “el viento triste”.

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