BRUSELAS.— El martes se celebra el Día de Europa, y este año los líderes de la Unión Europea recibieron un regalo por adelantado.
Los votantes franceses eligieron como su próximo presidente a Emmanuel Macron, un centrista que defendió en su campaña una UE más fuerte y firmeza en las negociaciones con Gran Bretaña sobre su salida del bloque. Quizá lo más importante, rechazaron a la candidata de ultraderecha Marine Le Pen, que ha atacado a la UE casi sin cortapisas.
Pero si alguien está descorchando champán en Bruselas, que tenga cuidado con la resaca: las negociaciones del Brexit podrían salir terriblemente mal. Las elecciones italianas podrían dejar a un movimiento antieuro como el principal partido del país. Las finanzas griegas podrían hundir el valor de la moneda comunitaria.
Pese al abrumador apoyo a Macron en todo el continente, el nuevo líder francés sigue teniendo poca experiencia en política, novato para cuestiones europeas. Y si bien elogia la unidad europea, ha alegado que el bloque necesita una reforma fundamental.
“Hace difícil predecir cómo actuará, en Francia y también en la UE”, dijo Hendrik Vos, un analista de política europea en la Universidad de Gante.
Desde hace algo más de una década, la Unión Europea ha ido de una crisis a otra, de referendos perdidos a rescates de urgencia, una situación tan penosa que el concepto de “lento progreso” ha adquirido una connotación positiva en lugar de verse como un revés.
El año pasado fue especialmente malo. Gran Bretaña votó el 23 de junio a favor de abandonar el bloque. De pronto, un grupo siempre en crecimiento empezó a menguar. La victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos avivó el pánico, especialmente cuando mostró tanto entusiasmo por el Brexit y por otras posibles salidas de la UE que el bloque amenazó con “fomentar la independencia de Ohio y Austin, Texas”, si no se detenía.
Este año amenazaba con ser aún peor para el bloque. El combativo Geert Wilders lideraba los sondeos para los comicios holandeses de marzo y Le Pen ganaba fuerza en Francia, ambos impulsados por su odio a cualquier cosa remotamente relacionada con la UE. Una vez la victoria de Trump demostró que lo impredecible era la nueva normalidad, cualquier cosa podía ocurrir.
Pero Wilders quedó por debajo de las previsiones en las elecciones de Holanda y Le Pen salió derrotada el domingo. La próxima en votar será Alemania, en septiembre, y tanto la canciller, Angela Merkel, como su rival socialista, Martin Schulz, tienen un historial impecable a favor de la UE.
Dadas las circunstancias, no es sorprendente que haya tantas muestras de optimismo esta primavera.
Macron hizo campaña a favor de la Unión Europea en un momento en el que la tendencia y la ventaja política estaban en el bando contrario. Ahora tiene que cumplir su palabra.
Una pieza clave será su relación con el gobierno alemán. Berlín y París han sido los dos motores de la UE en su ampliación de seis a 28 miembros. Los viejos enemigos de las guerras mundiales se mantuvieron enemigos mientras gran parte del continente seguía su campaña de unidad. Le Pen veía a Alemania mucho más como una competidora que interfería en los asuntos franceses, otro motivo por el que su presidencia habría planteado un sombrío panorama para la UE.
Esa relación se fracturó durante el mandato del presidente saliente, François Hollande. No era tanto una cuestión de que Hollande fuera socialista y Merkel democristiana; después de todo, François Mitterrand y Helmut Kohl tuvieron una fluida relación política durante años. Las fricciones se debían a una apariencia de debilidad de Hollande tanto en el plano europeo como a nivel interno.
Macron sabe que tendrá que hacerlo mejor y espera hacer su primer viaje a Berlín. Pero al igual que Hollande, tendrá que afirmarse en casa antes de convertirse en un campeón efectivo de una Europa unida.
“Para tener una voz de autoridad en Europa es importante ser creíble y dirigir tu propio país sin incidentes”, señaló Vos. “Esta es una tarea difícil para Macron”.