Trompeta con tambor

Trompeta con tambor

Fray Hernando de Talavera vio claramente que el imperio romano no fundó su poder solamente en la fuerza de las armas y la efectividad de sus técnicas de construcción. Dicho dominio –político y cultural– incluía el instrumento con el que hablamos, sentimos y pensamos. Empezaba en el interior de nuestras cabezas. La lengua castellana penetró en los hispano-musulmanes; con el descubrimiento de América esta lengua neolatina inició una “segunda romanización”. En las Antillas “dependemos” de ella hace cinco siglos.

La lengua española echó a andar por la historia hace poco más de mil años. En un monasterio de La Rioja, un monjecito devoto hizo unas anotaciones sobre el texto de un sermón de San Agustín. Parte de esas notas constituía una “traducción” a la naciente lengua de aquellos lugares. En San Millán de la Cogolla aparecieron las famosas doce líneas que publicaron Menéndez Pidal y Gómez Moreno. “Con el ayutorio de nuestro señor Don Cristo, Don Salvador, señor que está en el honor y señor que tiene el mando con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos. Háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que delante de su faz, gozosos seamos, Amen”.

Se trata de una plegaria. Por eso Dámaso Alonso insiste en que “el primer vagido de la lengua española es una oración”. Oración religiosa, no solo gramatical. Esa lengua, dice el erudito Alonso, “se engendró en una pequeña comarca de Cantabria, montaña de Santander y borde septentrional de la meseta castellana”. Llegó a hablarse sin “polideza” o pulimento en una amplia región peninsular. Afirma el gran filólogo que a los cristianos de otras tierras esa lengua les sonaba como “trompeta con tambor”. Para probarlo cita un cantar de Almería: “lingua resonat quasi tympano tuba”.

Cortemos la lengua como si fuera un pan. El grueso de las voces procede del latín coloquial; las palabras “ordinarias y groseras”, las de todos los días, se tomaron del árabe. Las “palabras doctas” nos vinieron del griego. Esta era la “partición” de Juan de Valdés. Anafe, albóndiga, aldaba, aljibe, alcancía, almacén, son vocablos de origen árabe. El descubrimiento de América vertió en la lengua española: chocolate, tomate, que proceden del náhuatl; huracán, hicotea, hamaca, son caribeñas.

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