Trompetas apocalípticas sobre las elecciones primarias

Trompetas apocalípticas sobre las elecciones primarias

El 6 de octubre se acerca vertiginosamente y la incertidumbre por lo que pueda políticamente ocurrir de ahí en adelante en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y por vía de consecuencia en nuestra sociedad, provoca taquicardia, ya que parecería que las trompetas apocalípticas del juicio final tronarán desde los cielos antillanos anunciando el fin de la república.
A ese punto hemos llegado desde que Danilo Medina anunció que no iría por la reelección y reveló que en su lugar competirían gladiadores de sangre nueva, porque “la sangre es la vida”, según Deuteronomio 12:23.El eco de las palabras del mandatario retumbó de forma insistente sobre la media isla.
Desde entonces el júbilo político corrió de un lado al otro. Los leonelistas lo recibieron con algarabía victoriosa y, desde la cuadra danilista, los gladiadores de sangre nueva, resoplaban nerviosos por salir a conquistar un país, más cansado de guerras políticas, que la Teresa Batista del novelista bahiano Jorge Amado. Pero había un pero, con el que no contaban, Gonzalo, alias el delfín.
Potentes instrumentos publicitarios en prensa, medios digitales, televisión y radio vaticinan el fin del leonelismo, “o la parte minoritaria del PLD”, diría un gonzalista. Anuncian que el tres veces presidente, no pasa de este 6 de octubre, y que de ahí en adelante habrá una campaña, reposada y tranquila frente a un candidato del Partido Revolucionario Moderno, posiblemente Luis Abinader, al que Gonzalo lo define blando y soso, fácil de engullir.
Estos vaticinios quizás se cumplan o quizás no. Suele ocurrir con quienes profetizan las muertes a los enemigos, éstos también prenden velas por las pelonas de aquéllos. Leonel, desde su arca, trasladó el discurso a los escenarios de la Segunda Guerra Mundial, e hizo suyas las palabras del premier inglés, Winston Churchill, y dirigiéndose, no a los nazis, sino a gonzalalistas/danilistas, dijo: “Sabemos que todas las noches estamos siendo bombardeados por fuerzas que aparentan ser superiores a nosotros, pero que sepan bien los danilistas que de ahora en adelante, pelearemos en las montañas, en los aires, en los mares, en las calles y en las ciudades, nunca nos rendiremos; óigase bien, venceremos”.
En el seno familiar, entre los amigos, en los carros públicos, en guaguas, centros cerveceros y colmados, bajándose una fría, centros de trabajos y en las salidas de las iglesias y en los mortuorios, la gente, apelando al sentido común, al cansancio de todos los 4 años que se suman cada cuatro años más de permanente campaña y guerras intrapartidos, comenta y se pregunta qué va a pasar a partir del 6 de octubre.
Los escenarios son dos: Si gana Gonzalo ¿qué hará Leonel con sus tropas, se retirarán a los cuarteles del partido y hogares y dejarán que el danilismo/gonzalismo enfile los cañones y el eficiente ministro pasa a rey y san se acabó? O, por el contrario, maniobrarán para que detrás de ellos venga un tsunami, al apoyar, por lo bajo o por lo alto, a otro partido y candidato ¿le aguará la fiesta a Gonzalo? Hay que esperar.
El segundo escenario: Si gana Leonel ¿qué hará Danilo con sus tropas, con los pertrechos y las vituallas del Estado, los arrimará al ave fénix para que renazca de sus propias cenizas o dejará que también venga el diluvio, al apoyar, por lo bajo o por lo alto, a otro partido y candidato y correr los riesgos que ello implica? Igual hay que esperar.
Pero si revisamos el comportamiento histórico de los políticos dominicanos y sus malos augurios, insultos, acusaciones y apuñalamientos con palabras hirientes, veremos que, como en ocasiones anteriores, los desencuentros terminan solucionándose con un mea culpa de aposento y la bendición de un cura experto en conciliábulos, donde los barones se hincan en procura de dividirse “razonablemente” el Estado y todo pasa y el pueblo solo ve mucha espuma y poco chocolate.
Mientras tanto, la pelea está casada y los púgiles sobre el ring.

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