Ni el irascible e iracundo dios del trueno –Thor– de la mitología nórdica con su poderoso martillo provocaba rayos, relámpagos y truenos tan potentes, estruendosos y temerosos como lo hiciera el prolífico y fecundo letrado Dr. Jorge Subero Isa.
Sus recientes afirmaciones sobre el descomunal caso de soborno Odebrecht no solo merecen todo el crédito del mundo por la integridad –ampliamente conocida– del ex magistrado sino que están avaladas por más de una década –y dilatada carrera– presidiendo el tribunal de mayor jerarquía en el ámbito del Poder Judicial: la Suprema Corte de Justicia.
Subero expresó de manera categórica que la Procuraduría General de la República no hizo las investigaciones a fondo, sino que se conformó con las informaciones que dijeron unos sujetos de Brasil y como consecuencia; jeje! Mucha gente que debería estar en el expediente no está, y otros, que están, no deberían estar.
No se trata de la reflexión del frutero de la esquina, de un infatigable periodista inquieto, de un activista social frustrado, de un humilde ciudadano de a pie, de la insaciable curiosidad intelectual de un estudiante de derecho, o de un abogado que está devengando legítimamente sus honorarios.
Desde el principio, contra la corriente, desnudamos como de manera manifiesta e inusual se violó sin preservativo y con apenas ocho años de edad el pacto social, político, económico y cultural más progresista al que hemos arribado los dominicanos: la Constitución.
La tutela judicial efectiva y el debido proceso más que garantías fundamentales parecían versos poéticos extraviados de don Pablo Neruda o –como diría el poeta Jorge Luis Borges– lo que pudo haber sido y no fue.
No se trata de Andrés Bautista ni de Ángel Rondon, mucho menos del senador Tommy Galán o del honorable juzgador Ortega es que ni aquí ni en Pekín hay proa que taje un expediente débil y mal fundamentado.
El pesimismo que embarga al doctor Subero Isa es el mismo sentimiento de frustración, indignación e impotencia de casi el ochenta por ciento de la ciudadanía consciente y progresista del país que, según Latinobarómetro, no tiene ninguna confianza en el Poder Judicial.
Lo increíble magistrado es que sin usted tener el súper poderoso martillo de Thor ha provocado un trueno enorme, y sus pares, en plazas, corrillos y vericuetos le dan razón; no habrá más sanciones de las que ha habido porque no hay expediente. Lo penoso y deplorable es que el descrédito lo seguirá pagando la justicia dominicana.