Cumpliendo este agosto 16 primer año de administración constitucional, nuestro presidente Luis Abinader, igual que todo gobernante mundial, confronta tropiezos, de los cuales de ninguna manera debe surgir solo la queja, sino el estímulo como pretexto para avanzar.
Comenzando por el litoral moral, insistiendo el suscrito será al final el mayor legado de su Gobierno, nuestro debutante gobernante ha confrontado tropiezos de elementos que desertaron su prédica moral, y diferente a gobiernos recientes, nuestro mandatario procedió ipso facto separar de sus funciones a quienes delinquieron temprano, traduciéndolos a los tribunales ordinarios.
A 140 días antes de juramentar el cargo, nuestro presidente Abinader heredó la pandemia covid 19, y al momento de iniciar su administración, heredaba las otras pandemias de corrupción inédita, escandalosa, criminal e irresponsable, y la deuda externa más descomunal de nuestra historia de US$83 mil millones, tres funestas causales.
En un espíritu de su temple y formación académica, esos iniciales tropiezos los tradujo en retos, comenzando por el logro razonable, atendiendo las circunstancias sanitarias especiales, del año escolar, del cual no fue posible concretizar todo lo planeado, pero tampoco tradujo un fiasco.
La economía ha experimentado en medio de la adversa borrasca sanitaria, un palmario avance de un 13,3% primer semestre, liderado por construcción 42.2%, zonas francas 31.7%, manufactura 14.3%, transporte y almacenado 12.3%, minería 11.4%, comercio 10.7%, recepción 500 mil turistas en seis meses, remesas US$5,263.1 millones, inversión extranjera US$1,617.5 millones, exportaciones US$5,993.4 millones, reservas internacionales US$12,611.6 millones, inflación acumulada 9.32%, con la única nota trágica deuda externa 69% del PIB.