Truculencias

Truculencias

Es lamentable que a estas alturas de la civilización predomine la truculencia en el ejercicio político, en la puja por cuotas de poder.

Ese estilo se puso de manifiesto este domingo en Nagua, donde un choque entre activistas de los partidos de la Liberación Dominicana y Revolucionario Independiente dejó un balance de tres personas heridas de bala.

No se explica cómo, a estas alturas de la civilización, hay gente que sale a promover ideas, argumentos y promesas, pero tiene que hacerlo con un arma al cinto. Esta particularidad lo que pone en evidencia es una incapacidad que les descalifica para ejercer la política.

Nuestros partidos, con sus liderazgos cada vez más desgastados y con sus estructuras cada vez más endebles, no han sido capaces de convencer a sus seguidores de que desde hace mucho tiempo preferimos apoyarnos en las ideas en vez de las balas.

Aunque en la cancha de la democracia tienen derecho a jugar todas las fuerzas políticas, aquí la coincidencia de militantes de dos grupos rivales en una esquina degenera en insultos y agresiones, a pesar de que cada grupo debe respetar los derechos del otro.

Aspiramos que en el presente caso las autoridades garanticen que enviarán a la Justicia a los responsables de estas agresiones, y que no quedarán protegidos por el manto de impunidad que ha protegido a otros en situaciones semejantes.

Aquí suele ocurrir que nadie paga los daños y perjuicios humanos y materiales que se producen como parte de las hostilidades de las campañas electorales.

Lo menos que puede pedirse es que los líderes de los partidos se reúnan para buscar fórmulas que eviten ocurrencias como estas, empezando por el desarme de activistas y continuando por evitar la coincidencia de grupos rivales durante caravanas y mítines.

El lenguaje de las balas es incompatible con el juego democrático.

Sitiados

La criminalidad sigue tomando para sí los espacios que son de todos, sem brando el miedo y forzando a la complicidad.

Los Alcarrizos es una muestra, que no la única, de esta situación a la cual hay que hacerle frente de manera decidida.

No sabemos si estamos en condiciones de instaurar «Barrio Seguro» en todas partes, pero algo hay que hacer para devolverle la seguridad a la gente.

En muchos barrios la gente ha tenido que cambiar hábitos para evitar en lo posible ser víctima de asaltantes, atracadores y agresores. Y muchos, atemorizados, encubren a delincuentes para ponerse a salvo de su enojo, sus represalias.

Hemos curado unos cuantos sectores con el operativo «Barrio Seguro». Por lo menos la gente se siente allí más segura o menos amenazada, pero es difícil que podamos reproducir esta protección al mismo ritmo que los delincuentes y criminales se apropian de sectores y comunidades. Hay muchos espacios sitiados, y no virtualmente, por cierto. Hay que actuar para detener esto.

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