Trueno robado libro de jaikus de Alexis Gómez Rosas

Trueno robado libro de jaikus de Alexis Gómez Rosas

Haiku, el poema más breve y posiblemente el más joven. Un producto de la cultura japonesa, data, apenas, del siglo XVII, cuando el genio de Matsuo Basho (maestro itinerante con cientos y cientos de discípulos) fue individualizando la estrofa inicial del haikai no renga o poema encadenado que por ese entonces era entretención y literatura, actividad social y artística de poetas cortesanos, poetas peregrinos y miembros de una clase burguesa en expansión.

Durante el siglo XVIII el cultivo del haiku se mantuvo en principio gracias a los seguidores de Basho, entre los que sobresale Takarai Kikaku (1661-1707), pero más tarde surgen figuras como Chiyo-ni (1703-1775) y Yosa Buson (1716-1784), hoy reputado como uno de los 4 grandes jaiyines, junto a Kobayasi Issa (1763-1827) y Masaoka Shiki, quien acuñó el nombre haiku.

En 1868 comienza en Japón la Era Meiji (Gobierno de la luz, 1868-1912), período en que ese país abandona su política de aislamiento y se abre, sobre todo a la cultura occidental, incorporando usos políticos y conocimientos técnicos, al tiempo que retira muchos privilegios a la clase samurai y se produce una gran modernización que hace de Japón la primera nación industrializada de Asia.

A finales de ese siglo XIX y principios del siglo XX, Occidente comienza a poner su atención en el arte japonés y a cultivar el poema sintético llamado haikai o haiku.

En 1880 el profesor Basil Hall Chamberlain, radicado en Tokyo desde 1873, produce un tomo de poesía clásica japonesa traducida al inglés (La Poesía Clásica de los Japoneses). En 1905 aparece en Francia, con el liderazgo de Paul Louis Couchoud “Au fil de l eau”, la primera publicación de jaikus escritos en ese país. En la segunda década del siglo, los Imaginistas, una agrupación de poetas estadounidenses e ingleses, con Ezra Pound a la cabeza, consideran el tanka y el haiku como fuentes de inspiración para producir una renovación poética. En el ámbito de nuestra lengua, el gran pionero es José Juan Tablada (1871-1945), mexicano, periodista, poeta y diplomático, quien por el año 1900 estuvo en Japón y que luego produce sus libros Un día… (Caracas, 1919) y el Jarro de flores (Nueva York, 1922) donde muestra sus “haikais” como entonces se les llamaban.

Ya para finales del siglo XX el cultivo del haiku alcanza una amplia difusión en casi todo Occidente. Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, van a la cabeza de esta actividad, donde los poetas se agrupan en asociaciones y producen concursos, periódicos y revistas impresas y digitales. Pero también el haiku es cultivado en Argentina, México, Brasil, España, Bélgica, Los Países Balcánicos…

En esos finales del siglo XX, nuestro poeta Alexis Gómez Rosas publica su libro Hy Quality, Ltd, Luna cabeza caliente, Santo Domingo, 1985. También el uruguayo Mario Benedetti (1920-2009) en el año 1999 publica su Rincón de Haikus, Visor, Madrid. De una reflexión introductoria que el propio Benedetti hace, cito lo siguiente:

En mi caso particular, es obvio que no me he puesto a imitar a poetas japoneses, ni siquiera a incorporar sus imágenes y temas preferidos. Apenas he tenido la osadía de introducirme en esa pauta lírica, pero no apelando a tópicos japoneses sino a mis propios vaivenes, inquietudes, paisajes y sentimientos, que después de todo no difieren demasiado de mis restantes obras de poesía.

Quien esto escribió ya era un poeta y narrador consumado, pero evidentemente apenas daba unos primeros pasos en el mundo del haiku y no comprendía que este difiere bastante de la poesía occidental. No basta adoptar el formato de las tres líneas de 5, 7 y 5 sílabas para que el producto sea un haiku. Si enumeramos, resumidamente, los componentes fundamentales del pequeño poema que nos ocupa, tenemos: extensión (tres unidades de 5, 7 y 5 sílabas, que en español, normalmente conforman de 8 a 10 palabras); un tema (la naturaleza, los cambios producidos por las diferentes estaciones en la energía planetaria); un tiempo (el presente), imágenes contrapuestas que hacen del haiku una expresión incompleta; kigo o palabra que indica la estación del año; invisibilidad del autor, finalmente, un resultado (“un choque de leve sorpresa”, según Manzano y Takagi, “una emoción estacional”; en opinión de Inahata Teiko, satisfacción, belleza, sonrisa).

Si tomamos uno de los jaikus paradigmáticos de José Juan Tablada, el titulado Saúz:

Tierno saúz, casi oro, casi ambar, casi luz.

Notamos que tiene título y rima (ambos elementos inusuales en el haiku). Tiene una extensión adecuada, 15 sílabas, su tema es un elemento de la naturaleza, no tiene imágenes contrapuestas, el autor no es protagonista, el resultado es satisfactorio. Con la sensación de un color que se degrada (oro, ámbar, luz) hasta ser la luz misma o casi la luz. logra que el lector viva la ternura o admiración por el árbol que invocó en su primer verso.

La reflexión viene a cuento porque el escritor occidental al momento de tratar de escribir haiku se coloca en el espacio entre dos culturas, entre dos formas diferenciadas de ver el mundo, bajo el torrente de dos tradiciones que estuvieron alejadas por siglos, y tiene que cambiar cosas, tanto en su manera de enfocar el fenómeno poético a nivel conceptual, como en lo más elemental, la forma de escribir.

Por ejemplo el kigo o palabra que indica la estación casi no es usado en el ámbito de la lengua española pues sencillamente no existe la convención que une un fenómeno natural o un acontecimiento humano al tiempo preciso en que ocurre. Todavía nuestra cultura no reconoce que si digo huracán, ya dije verano, si digo moriviví es el otoño, si hablo del flamboyán florido, estoy mencionando al mes de junio, un tiempo frontera entre la primavera y el verano, si digo brisa fresca, convoco la antesala del invierno y las fiestas navideñas.

Ya Alexis Gómez en su introducción a Hy Quality Ltd, expresó lo siguiente:

“… estas breves palabras dan fe de una literatura con la cual toco las puertas del cosmos oriental. En ella pude reencontrarme y comprender una noción del hombre, vista y condensada por el oráculo de voces enigmáticas y lejanas”.

Así llegamos a Trueno Robado, el libro que nos ocupa.

Antes debo decir que Alexis Gómez Rosas es el autor de un Festín de la palabra (obras y sobras completas), un libro que por su dimensión física bien puede ser un banco de limpiabotas, producto de años ininterrumpidos consagrado al mester de la poesía, que le han ganado merecidamente un sitial de relevancia en la Literatura Dominicana. Alexis en su obra se muestra un poeta dicharachero, gozón, camaleónico, desmesurado, polifónico. Entonces me cuesta trabajo pensar cómo se ha sometido por segunda vez a la disciplina del haiku. Cómo ha desechado la extensión dilatada de su memoria, los ecos lejanos de poetas admirados, los recursos literarios y lingüísticos que ha manejado por tiempo, para someterse a la desnudez, a la concisión, a la economía de recursos y a la tiranía de la métrica en una composición poética que, como un rayo, no bien ha comenzado cuando ya ha terminado. Pero lo ha hecho. Con esa tensión que señalábamos anteriormente, entre una poesía que suele ser pensada y otra que pretende no tener mente, una poesía en que la forma de decir es belleza y otra donde es solo instrumento, una poesía que todo lo dice, y otra que dice a medias.

Trueno Robado nos presenta 84 jaikus, también con una versión al japonés de Mayumi Hidaka, donde la mirada del poeta se desplaza por escenas y paisajes campestres, marítimos, citadinos, hogareños. Atestigua el aquí y ahora cotidiano. Las pequeñas maravillas del instante. Los protagonistas son un farol, una rata, una bicicleta, un caracol, la noche, el oleaje, la niebla, una palmera, un flamboyán, una cesta de frutas, en fin, una variedad de objetos y seres que acuden con igual dignidad a animar el haiku.

Trueno Robado es un libro hermoso. Con abundantes fotografías, viñetas, donde pasar los silencios que la lectura del haiku obliga, porque lo denso del corto poema no permite que se lea en sucesión, bajo pena de no captar una parte de su sentido.

Al abordar su lectura, sabrán ustedes que el haiku es materialista, muy apegado a los objetos, fiel a lo que está sucediendo ahora. Y es sensorial, se vale de todos los sentidos:

34 El olor del pan se anida en el cuerpo que lo anuncia.

Sabrán que el hacedor de jaikus es sumamente observador, todo, en lo grande y en lo pequeño, es para él importante, todo motiva su atención:

33 Boronas de pan reúno, sobre el tablón, senda de hormigas.

56 Duerme la ciudad. Un farol lo anuncia mientras sucumbe.

Sabrán que el haiku, desde sus inicios, tiene un componente de comicidad que muchos jaiyines actuales olvidan, pero que a Alexis Gómez le sale muy bien, pues esta cualidad es parte de su accionar cotidiano:

75 Ciruelo en flor en mi casa: un cuadro que manda madre.

Sabrán que con diez palabras también es posible pintar un bodegón:

45 Olor a membrillo. En la cesta dormida estalla el sol.

Y he de terminar este breve muestrario del Trueno Robado, con un jaiku que de seguro aparecerá en las antologías en los próximos años y que ya ocupa un lugar especial en los nichos de mi admiración:

51 Rancho Bermejo. ¡Azabache!, fiel perro guarda la noche.

No voy a cometer la torpeza de explicarlo. Si voy a repetirlo:

51  Rancho Bermejo. ¡Azabache!, fiel perro guarda la noche.

Así que ya saben, que si se robaron el trueno no fue en la noche.

 

 

 

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