Trujillo: Dictador querido; Tirano odiado

Trujillo: Dictador querido; Tirano odiado

Por J. De Frank Canelo 

Mayo del 2011, a los 50 año del ajusticiamiento de Trujillo, importantes personalidades dominicanas e instituciones, incluyendo el entonces Presidente de la República, estimaron que era necesario que los dominicanos produjeran un debate en el que se definan las diferencias entre lo que es una dictadura y lo que es una tiranía, con el fin de descifrar la figura de Trujillo.

En interés de contribuir, primero revisaremos el origen de la palabra dictadura, luego la enlazaremos a nuestro tiempo y lugar; después, en igual modo, tomaremos el término tiranía.

La dictadura viene de los romanos. En la antigua Roma era el poder extraordinario conferido a un gobernante. El cónsul y el Senado tenían la potestad de determinar cuándo era necesario y quién debía ocupar el cargo. El dictador ejercía su autoridad por espacio de seis meses, período durante el cual quedaban en suspenso todas las garantías, muy especialmente en momentos difíciles, y en los casos de guerra.
El dictador tenía decisión suprema y nadie podía oponérsele, cuestionarle ni criticarlo.

En esa virtud nace la dictadura a propuesta del cónsul Tito Larcio (501 AC), quien fue además el primero en ejercer el cargo. En un principio, solo los patricios podían ser nombrados, pero en el año 356 AC se les reconoció ese mismo derecho a los plebeyos.

La tiranía, en tanto, nos viene de los griegos. En la antigua Grecia, la tiranía era un régimen de poder absoluto y unipersonal. Se convertía en tirano aquel que había derrocado el gobierno de una ciudad o Estado, normalmente por la fuerza y gracias al apoyo popular, pero también mediante un golpe de Estado militar o una intervención extranjera. En principio el término no estaba tan cargado de connotaciones peyorativas, porque el tirano contaba con el apoyo de quienes veían con buenos ojos la toma del poder mediante los actos de sangre.

En el caso de la República Dominicana, Trujillo se autodesignó dictador sin nadie nombrarlo. La Constitución dominicana no contemplaba la figura del dictador. Algunos familiares y allegados al déspota han defendido su autodesignación, alegando que ello «fue en beneficio de la patria». Los apologistas de la dictadura aseguran que la República corría el riesgo de convertirse en un Estado fallido; que el país era un Estado anomia y que la administración publica, sin la figura de un dictador se estancaba. Así, aunque duela decirlo, durante parte de su autoasumido mandato como dictador, Trujillo fue visto con ‘buenos ojos’.

El problema fue que, sin las formalidades de un nombramiento al estilo romano, no estaba predicho cuándo Trujillo debía de cesar en su dictadura. Y ocurrió entonces que a medida que sus funciones se prolongaban, la gente se cansaba y sus críticos eran masacrados, en momentos en que las percepciones acerca de los regímenes dictatoriales y tiranos habían cambiado en todo el mundo.

Sobre todo en países donde la gente enviaba al dictador señales de disgusto a causa de los vicios, altos privilegios y la corrupción administrativa propiciadas por los regímenes, los cuales se habían convertido en sistemas políticos recurrentes, donde ante cualquier protesta buscaban perpetuar a sus caudillos (al dictador) mediante despiadados actos de represión que por la brutalidad de sus descargas transformaban las dictaduras en tiranías.

Así, ya para la época que le tocó vivir a Trujillo, nuevos conceptos determinaban que la distancia que separaba a un dictador de un tirano era (es) el grado de fuerza con que el dictador reprimía a sus críticos.

Dando validez a este razonamiento, entonces, fue la fuerza desorbitada con que Trujillo respondió a sus oponentes la que lo transformó de dictador a tirano!
A medidas que su popularidad se desvanecía, la represión sistemática, ordenada y dirigida por Trujillo en contra de quienes le objetaron, fue despiadada. Por lo cruel y abusivo que fueron sus métodos de represión, muchos ‘trujillistas’, quienes lo aceptaron como dictador, igual que sus oponentes, lo empezaron a rechazar como tirano!

Trujillo no conoció la mesura; tampoco fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que la época que le tocó vivir no admitía la figura del dictador ofertando espectáculos de torturas dignos de un coliseo romano. Y una vez convertido en tirano, Trujillo menos aun se daba cuenta de que los dramas de matanzas al estilo griego resultaban inadmisibles ante la comunidad internacional que apoyó y dicen patrocinó su caída!

Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua y otros en Suramérica, en sus excesos y las crueldades de sus métodos represivos, comparados al dictador y tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, fueron ‘pichones’. Muy pocos de sus homólogos se le comparan o alcanzaron los niveles de satrapía de Trujillo. Al lado de Trujillo todos se quedan cortos! Porque, en materia de represión, Trujillo, más que un sicópata, mayor que un sociópata, igual que un criminal insano se regocijaba en la maldad, llegando al extremo de ocasionalmente contemplar él, personalmente, las orgías de sangre que tenían lugar en sus centros de detenciones.

EL COMPORTAMIENTO DE TRUJILLO FUE TÍPICO DE UN SÁDICO!
Si bien la familia de este depredador no desea pedir perdón por LA DICTADURA autoasumida por su pariente (en principio acatado), deberían por lo menos de pedir perdón por la TIRANÍA protagonizada por este antepasado sanguíneo.
Nos unimos a los que opinan que un día un tribunal internacional debería revisar las bestialidades de aquel hombre y el régimen que lo transformó de dictador a tirano, de querido a odiado.

Los aspectos contrapuestos y encontrados en la vida y muerte de Trujillo, como dictador querido y tirano odiado, el pueblo dominicano lo ha plasmado en una frase pueblerina surgida a los pocos días de su ejecución: “Viva Trujillo…, pa’ volverlo a matar!…”, exclaman aun hoy, con cierto sentido de ambivalencia, los dominicanos.
Es una frase que sin lugar a dudas (Post-Trujillo), a causa de Gobiernos buenos y de Gobiernos malos, seguirá siendo dilemática en la memoria de generaciones dominicanas presentes y futuras que revisan el pasado.

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