Trujillo intentó asesinar a monseñor Juan F. Pepén

Trujillo intentó asesinar a monseñor Juan F. Pepén

Monseñor Juan F. Pepén sufrió ataques.

Trama. Jefe estaba molesto con iglesia


Después de develado el complot del Movimiento 1J4, y antes de la Carta Pastoral de los Obispos, Trujillo auspició intentonas para asesinar al obispo de Nuestra Señora de La Altagracia, Monseñor Juan F. Pepén.


La última le costó la vida al seminarista Luis Ramón Peña González (Papilín), apresado en La Romana y asesinado en la cárcel, al negarse a involucrar al prelado en un tráfico de armas y almacenamiento de municiones provenientes del extranjero, que serían recibidas en un lugar del Este. El alijo estaba compuesto en su mayoría por ametralladoras MP-40, utilizadas en la segunda guerra mundial.


El cargamento fue gestionado en Alemania por Gianni Vicini Cabral, y el responsable de recibirlo era el ingeniero Bienvenido Creales, asesinado por miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).


Ante la intentona fallida, Trujillo y sus corifeos diseñaron nuevos planes diabólicos, dirigidos contra todos los obispos.
El dictador demostró que no había consideración al momento de desahogar su ira contra la iglesia. El escarnio llegó a todos en igualdad de saña y violencia, muy particular contra el nuncio Lino Zanini, y los obispo Pepén; Panal, de La Vega, y Reilly, de San Juan.


En una de las tantas acciones para intimidar, ridiculizar y desmoralizar a los sacerdotes, el SIM, y su jefe, el coronel Roberto Figueroa Carrión, previa coordinación con los colaboradores civiles mas cercanos a Trujillo, enviaron invitaciones supuestamente emitidas por la Nunciatura Papal para un falso encuentro social de Zanini con autoridades del Gobierno y miembros del Cuerpo Diplomático.


El motivo era el regreso del nuncio de unos de sus viajes a Puerto Rico, donde acudió a atender asuntos inherentes a su cargo.


Dentro de la comedia el Jefe personalmente y el presidente Héctor Bienvenido Trujillo (Negro), acudieron puntuales a las puertas de la Nunciatura, para recibir “sorprendidos” la información de que la convocatoria no había partido de allí, y por tanto, el “encuentro” no habría de realizarse.


Trujillo y su hermano partieron del lugar y de la misma manera lo hicieron todas las demás personas invitadas, quienes continuaron fluyendo sin cesar, para terminar retirándose confundidas y molestas.
Derivado de ese hecho vandálico y asumiendo una actitud preventiva, semanas más tarde, el nuncio Zanini cerró las puertas de la legación papal y abandonó el país, dirigiéndose a Roma, vía Puerto Rico.


La carta acusadora
Por la partida del obispo, el ministro de Justicia, Mario Abréu Penzo, por instrucciones del generalísimo, escribió una airada carta al presidente Negro Trujillo, en la que acusaba a Zanini de fomentar el comunismo, la anarquía y la revolución, ante cuyos hechos demandaba la expulsión de la cúpula del clero católico como forma de proteger las familias y “asegurar la paz y estabilidad del Estado”.


La comunicación fue ampliamente publicitada y comentada en los periódicos El Caribe y La Nación, y en la radio y la televisión.


Cuando se agudizó el conflicto con Trujillo, el nuncio habría advertido proféticamente a un alto funcionario de Palacio, que según se dice, fue el vicepresidente Joaquín Balaguer: “Ese hombre no sabe con quien se mete. Todos los que se me opusieron han muerto”.


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