Trujillo no. Absolutamente

Trujillo no. Absolutamente

En una conferencia ante miembros del  Instituto de Generales y Almirantes de las FFAA en Retiro, el ex presidente Hipólito Mejía, candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), planteó que   hay muchas cosas del dictador Rafael  Trujillo “que se necesitan” en los actuales momentos en la República Dominicana. En el mismo contexto de su exposición se define a sí mismo como alguien que no tiene “la patología esa de la libertad”.

 Los conceptos emitidos tienen un peso enorme en la voz de un ciudadano que fue Presidente Constitucional de la República y aspira a asumir de nuevo esa función, amparado en ley,  legitimidad y derecho. Para esta  sociedad, difícilmente haya estilos, métodos o fórmulas de la era de Trujillo que puedan ser válidos,  en estos tiempos de  democracia  y respeto de las libertades, para poder dominar la inseguridad ciudadana y otras ocurrencias que retan  a la autoridad debidamente constituida.

 Todo cuanto hizo Trujillo estuvo marcado con un sello de maldad. Desde el Poder Ejecutivo convirtió en caricatura los poderes del Estado y se perpetuó en el poder con un estilo cada vez más personalista. Ni siquiera en el castigo del más común de los delitos se le puede reconocer ética y justicia. Nada de lo que Trujillo hizo o promovió en su momento y circunstancias cabría en estos tiempos de ejercicio democrático.

Nuestro nombre por todas partes

El nombre de la República Dominicana anda nuevamente por el mundo con el señalamiento de ser uno de los países más corruptos, esta vez entre   178 naciones medidas en función de este parámetro.

No es la primera vez que sobresalimos a nivel internacional por la falta de voluntad de las autoridades para enfrentar las indelicadezas que se cometen desde la administración pública y en el ámbito privado. Hace poco estuvimos punteros en un ranking por pago de sobornos.

En esta oportunidad es una medición hecha por Transparencia Internacional la que nos coloca entre los países más corruptos, al registrar una puntuación de 2.6 de una escala de 0 a 10 en la cual cero indica la peor corrupción y 10 corresponde a la menos grave.

Como en otras oportunidades, no haremos nada por desprendernos esta denominación nada envidiable.

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