Trujillo recordado por  nieta en bien y en mal 

Trujillo recordado por  nieta en bien y en mal 

Por orden de María Martínez, que se interponía en el matrimonio de su hijo Ramfis con Octavia Ricart (Tantana), el doctor Morgan suministró a la joven grávida sustancias abortivas que le provocaron la pérdida de dos embarazos. La Primera Dama se sentía amenazada, al igual que Angelita por su cuñada.

 La muerte de Desiderio Arias no fue planificada por Trujillo. Fue, supuestamente, iniciativa de “Ludovino Hernández”  para ganarse la gloria de acabar con uno de los más grandes enemigos del  Presidente, que se paralizó cuando éste le llevó la cabeza del caudillo. Fue fría la manera en que lo asesinó y luego le rebanó el cuello.

 En otro orden, Galíndez, antes de que lo asesinaran, estuvo presuntamente encarcelado y un representante del gobierno español le visitó en la cárcel ofreciéndole su libertad a cambio de que reconociera públicamente la soberanía de España y de Francisco Franco para reingresarlo a Madrid  donde sería juzgado por traidor. No aceptó sino que se atrevió a gritarle en su idioma natal: “¡Qué viva el País Vasco!”

 El 30 de mayo de 1961, herido, Trujillo ordenó a Zacarías detenerse “para ver de frente a sus enemigos”. “¡No puede ser!”, se dijo. “Sus colaboradores, los que él consideraba sus amigos, sus más leales seguidores, estaban ahí. Sus caras reflejaban una mezcla de odio, miedo y compasión, y también estaban pálidos y extremadamente excitados. El ver aquellos rostros familiares fue demasiado fuerte para él. Aquella traición no la esperaba… O sí quería creerlo. Sin embargo, también era consciente de todos los crímenes y  abusos que había cometido. Pero, la visión de esos hombres fue mucho más dolorosa para él que los efectos de las balas de las ametralladoras que le cosían el cuerpo”

 Don Pepe, su padre, se presentó al escenario. “Le acariciaba la cabeza como cuando era niño y Rafael Leonidas se sintió súbitamente feliz, ligero e inocente… Y supo que su próxima reencarnación no iba a ser nada fácil. Su alma cargaba con un karma extremadamente pesado”

 En una mezcla de realidades y fantasías combinadas con creencias esotéricas, secretos enigmáticos, vivencias personales y ajenas, Aída Trujillo, tercera de la prole de  “Tantana” con Ramfis Trujillo Martínez, narra en “A la sombra de mi abuelo”, esas y otras interioridades de la familia en una época ilustre y todopoderosa a la que después del tiranicidio acompañaron violencia, tragedias, abandono, ruina, enemistad, traición, dramáticas muertes, cumpliéndose en ellos la maldición que la viuda de Desiderio vaticinó al Generalísimo en el funeral de su esposo.

La maldición

 “¡Rafael Leonidas Trujillo Molina! óyeme bien! ¡Mal nacido! ¡Con este conjuro yo te maldigo! Te maldigo a ti, al seno de donde mamaste y a toda tu descendencia, hasta la cuarta generación. Fíjate bien en lo que digo, desgraciado, te maldigo a ti y a los tuyos. Aunque no llegaras a conocerlos a todos, yo maldigo a tus herederos hasta la cuarta generación. Ellos pasarán muchas postraciones y sufrirán mucho por culpa tuya. Ellos se verán obligados a aliviar tu karma. Muchos de ellos morirán jóvenes, sufrirán desprecios, pérdidas y carencias de todo tipo. No habrá amor, ni paz, ni armonía en el seno de tu familia, creerás haber conseguido todo en esta vida, pero nada perdurará. Serás traicionado, como tú traicionaste. Serás abandonado, como tú lo has hecho y todo, absolutamente todo lo que hagas, será completamente estéril y aborrecido por el mundo entero”.

 Joaquín Balaguer quiso que la arrestaran, cuenta, y Trujillo le gritó: “¡Cállese, doctor Balaguer! ¿No ve que esa viuda está cegada por el dolor? Ella cree que yo he matado a su marido…”

 Son más de 300 páginas de ternuras y dolores, miserias y ostentación, injusticias, consentimientos, complacencias, lujo, ofuscación, espectros, tormento. Las humillaciones que la autora ha recibido por este parentesco y por ser objetiva en sus apreciaciones acerca del dictador, le han merecido el desprecio de su parentela, que la ha marginado.

 A pesar de la indiscutible preparación profesional que su padre se ocupó en proporcionarle, Aída desnuda su alma y destierra su orgullo para relatar sus desventuras, fracasos, bancarrota, después de haber sido privilegiada nieta de “El Jefe” todopoderoso.

 Reconocidos personajes de la “Era de Trujillo” desfilan por este apasionante libro de Editora Norma en el que ella se revela como vidente, al igual que Nieves y su madre Tantana: sus hermanos María Altagracia, Ramfis Rafael, Mercedes de los Ángeles, Claudia del Carmen, Rafael Leonidas. También Luis José León Estévez, “Pechito”, del que dice era “bastante odiado por sus demostraciones de crueldad”; Aminta Ledesma, Flor de Oro, Belén Martínez de Alba, Rafael Comprés, Porfirio Rubirosa, Lina, Lita, Guido (Yuyo) D’Alessandro, Ramsés y Ricardo, sus hermanos de padre, Víctor Sued, Ernesto Sánchez Rubirosa, Paloma y Virgilio Trujillo, Mario Vargas Llosa y casi todos los mayordomos y miembros de la otrora insigne estirpe.

 Tan desgarrante como el final de Ramfis, para ella, o las constantes depresiones de “Tantana”, que como su hijo  Ramfis murió de cáncer, ha sido la existencia de esta fina y exquisita escritora que  revela con apasionante sencillez episodios desconocidos de los Trujillo, sobre todo del denominado “Jefe” del que llevaba años buscando la verdad desde un punto de vista contrario al de su familia y al de sus amigos, confiesa.

 Al cumplir 50 años, en 2002, Aída escribió al “esclarecido” antepasado: “…Aunque reconozca que hiciste algunas cosas buenas por el país, no puedo aceptarte. Lo siento, abuelo, en el fondo me gustaría ser así y poder pensar únicamente en lo que a mí me interesa, olvidando el resto del mundo. Pero por más que lo he pretendido, no lo he conseguido…”

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