Trujillo y Santiago

Trujillo y Santiago

FERNANDO INFANTE
Santiago estuvo más cerca en el afecto de Trujillo que cualquiera otra comunidad nacional, incluyendo la benemérita San Cristóbal. Santiago lo atrajo desde que, con rango de oficial subalterno llegó allí por poco tiempo para completar su instrucción de oficial. La «ciudad corazón» quedó prendida desde entonces en su corazón. Santiago y sus gentes sobresalían como un conglomerado que era timbre de orgullo para la República por su pasado y sus aportes y sacrificios a las causas de la patria, al igual que el talento de sus principales hombres y el carácter emprendedor que servía de ejemplo gratificante en el país.

Tal vez por eso se identificó de manera ardorosa con el hombre en quien la intelectualidad de allí, señera en la República, vislumbró en él un espíritu-enérgico y acometedor con el cual podía identificar sus aspiraciones para el cambio social que ansiaban las mayorías.

Entre esa hidalga comunidad y el nuevo gobernante hubo una admiración sólida y sostenida, aunque, claro está, hubo excepciones que representaban puntos luminosos de disidencia y valor; integridad y sacrificio que pagaron con sus vidas su oposición a los rasgos de uniformidad en la voluntad colectiva, hacia donde dio muestras el General Trujillo que dirigía su acción de gobierno, que desde su inicio mostró trazos inocultables de intolerancia con la divergencia por el derrotero dictatorial que impuso; y con esto, a veces tuvo métodos desentendidos con la dignidad humana y el respeto a la vida. Así cayeron los Perozo y los Patiño, representantes dignas de otros hombres que en su momento revivieron el espíritu de rebeldía y amor por la libertad que desde un pasado glorioso le recordaban sus antepasados.

Santiago se ayuntó con devoción al trujillismo, con todo el derecho que le otorgó la primogenitura del surgimiento de ese movimiento político. Un jóven que figuró entre las legiones de intelectuales que, con entusiasmo y espontaneidad sirvieron de ilustrados propulsores al General Trujillo, con vigoroso estilo describió el sentir de la generalidad de los dominicanos de entonces, sobre todo, de sus coetaneos, entre los cuales el panegerista ocupaba un sitial distinguido:

Ese es Joaquín Balaguer quien lo señala como «hombre único; una voluntad que está quebrando la rutina del Poder, que está rompiendo a saltos y zarpasos los moldes del pasado (…) Así lo definió en su artículo «Jefes y Tiranos» Juan Bosch, aunque con otras palabras, años después para referirse al gobernante que asombraba con sus ejecutorias: «El Jefe auténtico por la sola autoridad de su presencia, por la gravitación de su personalidad, actúa sin necesidad de previa meditación, llevado por su instinto infalible, arrastrado por esa huracanada energía que lo impulsa…

Por esa admiración santiaguense hacia Trujillo, su llegada allí a ocho meses de haberse juramentado fue doble motivo de regocijo inmenso. Se trataba de su primera visita oficial y porque un Decreto suyo disponía que la Presidencia del Poder Ejecutivo estaría asentada en esa ciudad desde el momento de su llegada. Este traslado era como «consecuencia de las diversas crisis políticas desde los últimos días de febrero hasta la instalación del actual gobierno el 16 de agosto de 1930. Desde allí estaría en mejores condiciones para iniciar una acción eficaz con relación con las circunstancias imperantes». Ese mismo mes de abril de 1931 caería en los campos de Mao el Senador y legendario guerrillero Desiderio Arias.

Es incuestionable el celo y dedicación que tenía Trujillo en su ejercicio de gobierno. Estuvo recorriendo el país de manera regular a todo lo largo de su mandato. Las principales cabeceras de provincias recibieron en algún momento la sede del Poder Ejecutivo; pero ninguna otra ciudad, con lógica excepción de la Capital de la República tuvo esa oportunidad tantas veces como Santiago. En reciprocidad, esta comunidad lo honró con muchas iniciativas laudatorias. La sociedad Amante de la Luz, dio luz a muchos proyectos que satisfacían la megalomanía del gobernante. Por encima de todos los halagos ha perdurado el hermoso y majestuoso monumento que esa comunidad decidió iniciar con suscripción popular en el año 1944 cuya conclusión se completó a principios de los años cincuenta y desde entonces es el símbolo por excelencia de la ciudad corazón.

La vinculación Trujillo-Santiago tuvo tan fuerte arraigo afectivo que durante los diez primeros años de la Era, el Movimiento Cívico del 23 de Febrero de 1930 fue celebrado cada año con festivos oficiales como el inicio de la Era de Trujillo. En esos aprestos se encontraba el oficialismo en febrero de 1941 cuando la víspera de varios actos programados por el Partido Dominicano y el Ejército Nacional, el diputado una moción «que declara Día de Fiesta Nacional el 16 de Agosto de cada año, en conmemoración de la primera elección del Generalísimo Trujillo Molina, como Presidente de la República».

El Listín Diario, el mismo día 23 de febrero en su editorial se refiere al mencionado proyecto de ley con el cual está de acuerdo porque: «Lleva a cabo una rectificación histórica que ya era indispensable, pues como punto de partida de la Era de Trujillo se había tomado el movimiento cívico…»

Años después, el director de la Nación Rafael Vidal, con la gracia de su ágil pluma se refiere a esa profunda vinculación histórica entre Trujillo y Santiago, cuando en una pieza oratoria en recuerdo de aquel momento lo señala: «como un acontecimiento de profunda raíz santiaguera (…) Santiago amamantó con la ubre siempre plena de su gloriosa decisión, la infancia de la Era de Trujillo».

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