Washington. El Congreso de Estados Unidos aprobó finalmente el miércoles el mayor recorte de impuestos en 31 años, otorgando al presidente Donald Trump la primera gran reforma de su mandato, once meses después de asumir el cargo.
El mandatario saludó una «victoria histórica» para el pueblo estadounidense, felicitando a sus socios republicanos, con quienes ha tenido una relación con altibajos.
La reforma tributaria se aplicará a partir de 2018 y dará a la mayoría republicana un fuerte argumento para pedir a los votantes que renueven su confianza en las elecciones legislativas del próximo noviembre. Tras la aprobación el martes del texto por el Senado, la Cámara de Representantes debió que volver a votar el texto el miércoles por razones técnicas.
El mandatario se disponía a celebrar en la Casa Blanca la victoria junto con legisladores de la mayoría republicana, quienes también se jugaron su credibilidad en esta reforma después de no poder derogar en septiembre el «Obamacare», la ley de atención sanitaria de Barack Obama.
Por ahora, los estadounidenses son escépticos: dos tercios creen que los recortes de impuestos beneficiarán a los ricos más que a la clase media, según una encuesta de CNN, un argumento recalcado por los demócratas desde hace semanas. Pero «la gente cambiará de opinión», dijo Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes.
A partir de febrero, las deducciones se notarán en los recibos de sueldo. Las familias pagarán en promedio 1.600 dólares menos de impuesto a la renta el próximo año, según el Tax Policy Center.
«Nadie sabe». A diferencia de la reforma de 1986, ningún demócrata votó a favor. La mayoría republicana llevó adelante sola este compromiso de la campaña, permaneciendo casi unida pese a algunos roces e intensas negociaciones. Solo 12 de los 239 republicanos en la Cámara de Representantes se abstuvieron, y ningún senador republicano votó en contra.
El texto de la reforma incluye además un importante reclamo conservador: la eliminación de una multa impuesta por «Obamacare» a estadounidenses sin seguro médico, para alentar la contribución al sistema.
Al golpear el corazón de esa ley de 2010, los republicanos esperan apresurar su colapso y obligar a los demócratas a cooperar en la búsqueda de un reemplazo.
«Esencialmente hemos derogado Obamacare», dijo Trump. La reforma fiscal reduce el impuesto a las ganancias corporativas del 35% al 21% y baja la tasa del impuesto a la renta, a un costo de 1,5 billones de dólares para las finanzas públicas durante la próxima década.
Los republicanos argumentan que mantendrá el crecimiento por encima del 3%, lo que generaría nuevos ingresos fiscales. Pero análisis independientes estiman que estos nuevos ingresos compensarán parcialmente los 1,5 billones de dólares de déficits adicionales. «Nadie sabe la respuesta», dijo Ryan en la cadena NBC.
Para «ricos y empresas«. La reforma pretendía simplificar también el código tributario para facilitar las declaraciones de impuestos, pero finalmente no se cumplió por cabildeos que lograron mantener desgravaciones fiscales como, por ejemplo, la deducción de intereses de los préstamos inmobiliarios.
Y aunque la reducción de impuestos es permanente para las empresas, solo durará hasta 2025 para los hogares, a falta de un acuerdo a más largo plazo. Así, el aumento del poder de compra de las familias se erosionará progresivamente en la próxima década, hasta desaparecer para la mitad de ellas en 2027, según el Tax Policy Center.
El texto incluye además otra reivindicación de los republicanos: la apertura de tierras protegidas de Alaska a la extracción de petróleo.
Para los demócratas, la ley es «un regalo de Navidad», como dice el gobierno, pero para los más ricos y las empresas.
«La legislación tributaria de los republicanos solo confirma que el partido Republicano es el partido de los ricos y las empresas», dijo Chuck Schumer, líder de la oposición en el Senado.
Con el asunto impositivo casi cerrado, Trump tiene que correr ahora para concluir un gran acuerdo con la mayoría y la oposición sobre el presupuesto. Si el Congreso no vota esa ley antes del viernes a la medianoche, el gobierno federal tendrá que «cerrar», una crisis que arruinaría el fin de año del mandatario.