El presidente Donald Trump se está caracterizando por mirar siempre para atrás en su afán de desmontar todo lo de Barack Obama, o sea, hasta ocho años antes. Pero en el caso de Cuba su máquina del tiempo lo ha retrotraído a más de cincuenta años. Diez presidentes norteamericanos se demoraron cinco décadas en percatarse de que las medidas contra Cuba no daban resultado. Trump antes de ser presidente también lo vio pero ahora se olvidó. Todos prometieron la “liberación” de Cuba, desde Kennedy al recibir una bandera cubana en la Pequeña Habana de parte de integrantes de la Brigada 2506, participante de la fallida operación de Bahía de Cochinos (Playa Girón) que prometió que la devolvería en una “Cuba Libre”. Ahora, en igual escenario, 55 años más tarde, Trump ofreció “liberar a Cuba”. Obama fue la excepción en no caer en esa retórica fracasada y más inteligentemente aseguró que los “cubanos deben tomar el control de su propio futuro”. Los sectores más realistas desde EE.UU. con visión sobre Cuba – que son mayoría – ven que mientras más negocios se creen en Cuba, más “se empodera al pueblo cubano”, al decir del expresidente.
Cuba cambia con la apertura, seguramente no con la rapidez ni en la medida que algunos quisieran pero indudablemente no es la misma y las perspectivas del sistema tampoco. Con aperturas el proceso de reformas seguirá, los retrocesos siempre generaran más retrocesos. En un reciente fórum tecnológico en Miami, el director de estrategia y operaciones de Google en Cuba decía que veía un “Silicón Malecón” en Cuba a “veinte años vista”. En esa Cuba “fluirá la información libremente”, afirmó. Desde la flexibilización norteamericana el empresariado estadounidense ha firmado más de 26 acuerdos con Cuba desde el 2015, abarcando aviación, telecomunicaciones, instituciones médicas y científicas y suministros de bienes. Estudios empresariales advirtieron que si Trump intentaba echar atrás todo lo alcanzado le provocaría pérdidas a EE.UU. por 6,600 millones en 4 años y 12,295 empleos. Por ello las medidas tomadas tienen efectos parciales. Siguen los viajes, los cruceros y las remesas. Varias encuestas muestran un apoyo mayoritario de los estadounidenses, y de los propios republicanos, a la apertura con Cuba. La de Pew Research Center arrojó un 73% de apoyo a levantar el “embargo”, entre republicanos el 62%; la de Engage Cuba, entidad norteamericana, muestra 64% de republicanos también a favor y la de Morning Consult un 61%.
Si la máquina del tiempo de Trump nos lleva al pasado veríamos que en 2015 declaró que lo de Obama con Cuba “estaba bien”. Los promotores de las medidas de Trump son el senador Marco Rubio. En tanto en la Cámara Mario Diaz Balart condicionó el apoyo a eliminar el Obamacare al compromiso de acciones contra Cuba.