Washington— Cuando el presidente Donald Trump habla sobre las masas de centroamericanos que intentan ingresar a Estados Unidos, describe una horda de hombres fornidos con malas intenciones, “algunas de las personas más rudas que usted haya visto», y se burla de ellas por actuar como bebés asustados para que los estadounidenses de corazón compasivo los acepten.
Sin embargo, las cifras de su propio gobierno narran una historia distinta: los que están arribando son cada vez más familias y niños. Entre ellas hay miles que obtienen una oportunidad para vivir en Estados Unidos porque explican convincentemente que enfrentan persecución en sus países de origen.
Últimamente, Trump ha elegido la imagen de un combatiente de artes marciales mal encarado para que sea el rostro de esos migrantes. “¿Qué tan estúpidos podemos ser como para aguantar esto?», se preguntó el mandatario el sábado en un discurso ante un grupo republicano judío.
“El programa de asilo es un timo». Ese luchador apócrifo ha estado apareciendo repetidas veces en la retórica desdeñosa de Trump. De sus afirmaciones del sábado: TRUMP, con relación a los solicitantes de asilo: “Gente que se ve como si debiera estar luchando para la UFC (Ultimate Fighting Championship, una compañía que promueve combates de artes marciales mixtas). Leen una paginita que les dan abogados que están por todas partes», asesorándolos para que digan “temo mucho por mi vida. Me preocupa mucho que sea acosado si me regresan a mi casa».
Luego Trump se mofó de los jueces de inmigración o de otros funcionarios: “Oh, denle asilo. Tiene miedo. Tiene miedo». Y agregó: “No nos encanta el hecho de que tiene tatuajes en el rostro. Ése no es un buen indicio». LOS HECHOS: Los migrantes de los que se mofa no encajan en ese perfil.
El flujo actual de inmigrantes centroamericanos que arriban a la frontera sur de Estados Unidos se caracteriza por grandes grupos integrados por familias. Varios años antes, la mayoría de los centroamericanos que solicitaban asilo en la frontera eran niños sin acompañante. EDITOR’S NOTE — A look at the veracity of claims by political figures