Todos los días el presidente parece provocar un conflicto diferente. Ahora el problema está centrado en la eventualidad de un juicio político para acusarle de “obstrucción a la justicia”. Se ha estado hablando de una supuesta intervención rusa en las elecciones de noviembre al punto de provocar que se abriese una investigación formal. Verdad o no, sí ha resultado cierto que el general Michael Flynn, recibió pagos tanto de Rusia como de Turquía lo que lo llevó a renunciar solo tres semanas después de haber sido nombrado Asesor de Seguridad Nacional. Aparecieron otros allegados al presidente que tuvieron reuniones con el embajador ruso. De por sí eso no es un problema. El conflicto está en que no lo informaron.
Intempestivamente, Trump destituyó al director del FBI. Es su facultad. Aparentemente el destituido se valió de terceros para filtrar a la prensa una conversación en la que Trump le habría pedido “lealtad” y él le había prometido “honestidad”. A seguidas Trump habría pedido que “dejase ir al general Flynn” y él continuó la investigación. Esa conversación de hace dos meses estaría recogida en un memorando que el director habría escrito posterior a la conversación, como era su hábito después de cualquier contacto formal. Sería una prueba contundente que el Congreso está reclamando. En los procedimientos burocráticos y de seguridad estadounidenses es muy difícil que se pueda camuflar un escrito que no hubiese sido elaborado en el momento que se dice. Un argumento adicional contra Trump es que amenazó por twitter al director con publicar grabaciones si hablaba. Esas también las reclama el Congreso y uno y otro están obligados a entregar lo que se le reclama.
Según la Constitución hay dos vías para destituir al presidente: el impeachment, o juicio político por el Congreso, o aplicando la Enmienda 25 por incapacidad manifiesta, que puede ser mental. La acusación de una falta grave puede llevar a la Cámara, primer paso, a considerar si debe ser acusado. Si se aprueba, el caso pasa al Senado que le haría el juicio propiamente dicho y con el voto de dos tercios de los 100 senadores el presidente quedaría destituido. La Enmienda 25 permite que una mayoría del gabinete acuerde que el presidente está incapacitado para el cargo, lo cual debe ser aprobado igualmente por el Congreso. El proceso de destitución ha sido implementado en tres ocasiones en la historia de EE.UU. En 1868 a Andrew Johnson que lo ganó; en 1974 se le inició a Nixon pero renunció antes de un fallo seguro en su contra, y en 1998 contra Clinton por su “travesura sexual” que también ganó. ¿Es posible la destitución de Trump?. Hoy se ve remota con un Congreso dominado por republicanos, pero no imposible. El próximo año se reelige completa la Cámara y un tercio del Senado y el Partido Republicano está preocupado si mantendrá el dominio; si no ha pasado nada –porque puede pasar– un control de los demócratas acercaría el proceso de destitución. ¿Pasaremos casi dos años más sin nuevos escándalos?.