El presidente estadounidense Donald Trump enfrentó ayer el impacto de la bofetada electoral en Alabama, donde el sorpresivo triunfo de un demócrata al Senado redujo el margen de maniobra oficialista en el Congreso y aumentó la posibilidad de una desbandada de legisladores republicanos.
Roy Moore, un exjuez ultraconservador, acusado de abuso sexual a adolescentes en los años 1970, era el candidato de Trump para ocupar la banca que dejó el fiscal general Jeff Sessions en el bastión republicano.
Pero en una ajustada votación, le ganó el defensor de los derechos civiles Doug Jones, con lo cual la mayoría oficialista en la Cámara Alta se reduce al mínimo (51 de 100 escaños), dificultando la complicada concreción de la agenda del presidente.
Trump, que primero saludó a Jones con un magnánimo «una victoria es una victoria», buscó ayer distanciarse de la derrota, recordando que primero apoyó al rival de Moore en las primarias republicanas, Luther Strange. «Dije que Roy Moore no sería capaz de ganar las elecciones. ¡Tenía razón!», escribió en Twitter y urgió a «presentar a GRANDES candidatos republicanos para aumentar los estrechos márgenes de ventaja».
Lo cierto es que Trump ignoró el consejo de líderes partidarios al pedir el voto por Moore, quien era respaldado por votantes evangélicos y blancos. Además de las arengas de Trump, Moore recibió asesoría del ultraderechista ex estratega jefe del presidente, Steve Bannon, que agregó al discurso del postulante republicano sus apuntes con connotaciones raciales y sus ataques a los medios.