Trump: una perturbación para el sistema

Trump: una perturbación para el sistema

CÉSAR PÉREZ

No llevarse a engaño, Trump personifica los peores lastres presentes en la sociedad norteamericana.

72 millones de personas votaron por él, lo cual constituye una enorme cantidad de votos para alguien que antes y durante su mandato ha personificado el odio racial, el machismo cerril y la mentira como armas políticas, lo cual debe preocupar a quienes en EEUU y el mundo nos batimos por una sociedad que asuma valores esenciales de la democracia.

Pero, a pesar del pataleo de Trump y de la procacidad de su estrecho círculo de seguidores y de él mismo, las bases e instituciones en que se asienta el sistema lo obligarán a quitarse del medio y reconocer su inequívoca derrota.

En efecto, no por casualidad desde el 1791 el sistema político de los EEUU es el más viejo del mundo, para bien y para mal.

Eso ha sido posible por la singularidad de las ideas que guiaron a sus fundadores en la concepción de un país sobre pilares políticos, culturales, sociales e ideales muy diferentes a los de Europa; basado en sistema federal con grandes márgenes de independencia del poder central.

También con una forma de expandirse espacialmente, no sólo a través de la ampliación del mercado, sino generalmente a través de la apropiación de la tierra violando las leyes e imponiendo otras a veces mediante el uso de la violencia sistemática sobre quienes la poseían.

El revólver, era generalmente la Ley. Sin importar etnias o condición social.
Por otro lado, el pragmatismo fue la guía de sus fundadores y es la ideología de un significativo número de ciudadanos norteamericanos, independientemente de sus países de origen y del tiempo de llegada a ese territorio.

Ese pragmatismo, nos dice Karl Deutsch, lleva a gran parte de población a asumir básicamente lo que entiende “ es lo más práctico”, a desentenderse de las complejidades del debate de ideas y a “actitudes populares que (…) incluyen a menudo una propensión a desinteresarse de las realidades de países extranjeros”, a ignorarlos y a apoyar a sus gobernantes en sus frecuentes tropelías contra ellos.

Ese pragmatismo, según Deutsch, tuvo su origen en la necesidad de dar repuestas a la nueva realidad que enfrentaron los fundadores del país, generalmente sobrevivientes de muchas vicisitudes y hambre vividas sus países de origen; rehuyendo, además, de las grandes disputas político/ideológicas en esos países.

Hoy, por sentido práctico, diversas instituciones del Estado e importantes figuras validan los resultados de las elecciones, cortando el pataleo irresponsable, por el buen funcionamiento del sistema. Por eso, Biden asumirá el mando el próximo 20 de enero.

Pero, la otra versión de pragmatismo y del conservadurismo pedestre se mantendrá firme en millones de personas de remotas zonas rurales y deprimidas del centro del país.

A ese conservadurismo forjado en siglos, electoralmente expresado como supremacismo blanco/protestante, se le sumaron en estas elecciones partes de la comunidad latina de origen cubano, venezolano y nicaragüense, básicamente en la Florida, y hasta de nuestro país, cuyo fanatismo ideológico/político los lleva asumir el absurdo de que Bidenn ahora, y antes Obama, son socialistas o comunistas.

La figura de Trump constituye un elemento perturbador para sistema norteamericano y en general para el capitalismo, porque encarna el suprematismo y el racismo, un lastre para sociedad norteamericana que no sólo Biden deberá enfrentar, sino también un sistema político que a pesar de su solidez, en cierto modo también le perturba.

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