A las once en punto (hora del este, las 16:00 GMT) Joe Biden recibirá a Donald Trump en la Casa Blanca para cumplir con un rito histórico entre dos presidentes que se desconfían mutuamente. En los últimos cuatro años se han visto oficialmente dos veces, y apenas cruzaron tres llamadas telefónicas, cuando Trump sufrió los intentos de magnicidio y venció a Kamala Harris en los comicios del 5 de noviembre. Y nada más.
Biden y Trump nunca estuvieron juntos en el Salón Oval: en 2020, Trump no concurrió a la cita protocolar porque desconoció el triunfo de Biden, y desde ese momento todo fue querella entre los dos adversarios políticos. Hoy sonreirán para la foto oficial y protagonizarán un cónclave protocolar que será de pocos minutos y durará -para ellos- una eternidad.
Al margen del encuentro que mantuvieron para recordar en septiembre a las víctimas del ataque terrorista a las Torres Gemelas, Biden y Trump se habían visto una sola vez en cuatro años cuando debatieron en Atlanta. En ese oportunidad, Biden desnudó su situación personal, Trump se quedó con el triunfo político y Harris -al final- fue la candidata del partido Demócrata.
Biden termina su mandato de cuatro años y llegará a la cita para estrechar la mano de su rival y plantear que es necesario mantener la ayuda militar a Ucrania y controlar la ofensiva de Israel sobre Gaza y Líbano. El presidente demócrata considera que estos dos asuntos geopolíticos son una cuestión de estado, y pretende que sigan su actual curso aún en la administración republicana.
Trump va a la Casa Blanca para demostrar que la batalla electoral ha terminado con su triunfo, pero no hará una sola concesión de su hoja de ruta política. El presidente electo tiene otros planes para la guerra entre Ucrania y Rusia, y exhibe un respaldo amplio a la estrategia de Benjamín Netanyahu en Medio Oriente.
Cuando se confirmó que Trump había vencido a Harris, el presidente anunció en un discurso oficial que la transición sería ordenada y sin trabas burocráticas. Hasta ahora, ese anuncio se ha cumplido en términos generales y Trump está conforme con la actitud política de la administración demócrata.
Cada uno de los resortes de poder de los Estados Unidos -desde el Departamento de Estado a la Secretaria del Tesoro, para citar dos casos paradigmáticos- protegen secretos vinculados a la seguridad nacional del país, y esa información clave debe pasar del staff de Biden a los futuros funcionarios de Trump.
Sin esa información, el futuro presidente republicano no podría planificar sus actos iniciales en el Salón Oval. Y acorde a lo que sucedió en los últimos cinco días, los datos sensibles fluyen hacia el equipo de transición que designó Trump para saber -en tiempo real- qué sucede en el mundo desde la perspectiva de los Estados Unidos.
El protocolo oficial establece que la reunión entre Biden y Trump será a solas. Es agenda abierta y no tiene un tiempo exacto de duración. Pero asumiendo la distancia política y personal entre ambos mandatarios, más la agenda propia del presidente electo, la cita será fugaz.
Trump tiene previsto visitar el Capitolio -adonde es posible que el partido republicano controle ambas cámaras- y aún no informó públicamente los nombres de los próximos secretarios de Estado y del Tesoro, dos puestos clave en la administración de los Estados Unidos.
Biden, en cambio, termina su mandato y su agenda institucional es acotada. Ya no tiene muchos contactos con líderes mundiales -ayer recibió al presidente de Israel, Isaac Herzog– y su principal preocupación es proteger su legado histórico.
En este sentido, Biden tiene previsto destinar mayores partidas de defensa para Ucrania y exigir a Netanyahu que limite su ofensiva bélica en el norte de Gaza.
Aunque Trump, como presidente electo, piense lo contrario.