Solemne ante la tragedia, el presidente Donald Trump visitó ayer camas de hospitales y una importante base policiaca en Las Vegas, ofreciendo plegarias y condolencias a las víctimas de la masacre del domingo, además de agradecer a nombre del país a autoridades y doctores que atendieron la emergencia y se apresuraron a salvar vidas.
«Estados Unidos es una nación en duelo», declaró el presidente días después de que un hombre armado disparó desde el piso 32 de un hotel y casino contra la multitud reunida para un concierto de música country.
Durante el tiroteo, 58 personas murieron y 527 resultaron heridas, muchas de ellas por armas de fuego, mientras que otras se lastimaron en su caótico intento de escapar.
Trump habló de las familias que «esta noche irán a la cama en un mundo que repentinamente está vacío». «Nuestras almas están afligidas con el dolor por cada estadounidense que perdió a un esposo o esposa, a una madre o un padre, un hijo o hija», les dijo. «Sabemos que su pena parece interminable. Estamos juntos para ayudarlos a cargar con su dolor».
Fue un discurso sombrío por parte de un mandatario provocador que se enorgullece en imponer la fuerza pero que, por momentos, batalla para proyectar empatía en situaciones trágicas. Sus solemnes palabras en Las Vegas contrastaron con su viaje del día previo a Puerto Rico, que sufre los estragos de dos huracanes y en donde habló del «costoso» trabajo de recuperación en la isla y resaltó la relativamente baja cifra de muertos en comparación con la «verdadera catástrofe, como Katrina» en 2005.
Trump realizó un recorrido por Las Vegas, donde se encontró con víctimas y personal de emergencias. Habló del valor que demostraron aquellos que arriesgaron sus vidas o la perdieron salvando a seres queridos y desconocidos.