Washington. Alrededor de las 6:30 de cada tarde, agentes del Servicio Secreto se reúnen en los sombríos pasillos del Ala Oeste para escoltar a Donald Trump a su residencia.
Para algunos presidentes, la corta caminata entre la Oficina Oval y la residencia de la Casa Blanca escaleras arriba es un camino hacia la familia y una semblanza de vida normal. Otros han utilizado la imponente residencia para entretenimiento a altas horas de la noche y para llegar a acuerdos con legisladores.
Para Trump, la vida en la residencia de la Casa Blanca es hasta este momento una existencia mayormente solitaria. Con su esposa y su hijo menor viviendo en Nueva York y sus hijos mayores ocupados con sus jóvenes familias, Trump ha pasado sus primeras noches prácticamente solo, atado al mundo exterior solo por su teléfono y su televisión.
El drástico cambio de escenario ha dejado al mandatario de 70 años, una conocida criatura de hábitos, un poco a la deriva durante las tardes, según una persona que habló con él recientemente.
Otra persona que mantiene contacto con el presidente regularmente regular lo describió como alguien que todavía se está adaptando a estos nuevos aposentos y a su agenda un tanto más apretada.