Tsunami bursátil y juego de potencias

<p>Tsunami bursátil y juego de potencias</p>

FABIO RAFAEL FIALLO
El pasado 27 de febrero, la bolsa de valores de Shangai perdía en ese solo día nueve por ciento (equivalente a 110 mil millones de dólares), lo que provocó una sacudida bursátil que se hizo sentir en los demás centros financieros del planeta, incluyendo el más importante de todos, es decir Wall Street, donde los índices de acciones experimentaron la caída más pronunciada desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Aquella convulsión, es cierto, ocurrió después del año fausto que tuvieron las bolsas de valores, con Shangai destacándose con una subida de 130 por ciento. La convulsión puede por tanto significar, no una crisis profunda, sino una corrección pasajera en medio de un mercado alcista. Sea lo que fuere, sacudidas de este tipo, si se les presta la atención debida, ofrecen enseñanzas muy útiles sobre el estado en que se encuentra el país que sirvió de epicentro y sobre los vínculos que lo unen a la economía mundial.

Ese tsunami financiero se desencadenó a raíz de dos noticias provenientes de Estados Unidos. La primera: los pedidos de bienes de consumo duradero en aquel país bajaron de siete por ciento en el último trimestre de 2006. La segunda: el ex presidente del Banco Central estadounidense, Alan Greenspan, quien goza de una gran credibilidad en los círculos financieros, afirmó que no se podía excluir una recesión de la economía norteamericana antes del fin del año.

Que noticias provenientes de Estados Unidos hayan puesto en jaque la bolsa de valores de China, país gobernado por los sucesores de Mao Tse-tung, y más sorprendente aún, que sacudidas bursátiles en China hayan producido conmociones en Wall Street, son signos elocuentes del grado de interdependencia económica en la que esos dos países se mueven en la actualidad.

China necesita la economía norteamericana. Un quinto de sus exportaciones va al mercado estadounidense, y la tecnología norteamericana, que China adquiere por medio de la inversión directa y de maquinarias importadas, desempeña un papel determinante en la modernización de su economía.

La estabilidad financiera de Estados Unidos depende a su vez de China. Con los dólares adquiridos a través de sus exportaciones, China ha venido comprando masivamente bonos del gobierno norteamericano. Si dejara de hacerlo, o si se pusiera a vender dichos bonos repentinamente, provocaría una fuerte depreciación de la moneda norteamericana y una subida no menos aguda de las tasas de interés, pudiendo así desencadenar una crisis financiera de amplio espectro.

¿Qué tiene que ver todo esto con consideraciones de índole geopolítica? Muchísimo, amigo lector: China y Estados Unidos son ciertamente rivales comerciales y contrincantes geopolíticos; pero al mismo tiempo, la prosperidad de uno depende en gran medida de sus vínculos económicos con el otro.

Lejos estamos, pues, del muro económico que separaba los dos bloques hegemónicos de los tiempos de la Guerra Fría. Las relaciones comerciales, financieras y tecnológicas entre Washington y Moscú, aunque no inexistentes, eran más bien marginales. Cada bloque se esmeraba en preservar su autonomía y para ello se cuidaba de expandir sus intercambios económicos con el bloque rival. Aquella configuración de relaciones económicas no representaba un freno a una eventual confrontación militar.

Hoy en día, por el contrario, aunque no pueda excluirse totalmente un enfrentamiento directo entre Washington y Pekín (a causa, por ejemplo, de una crisis en torno a Taiwán o de un enésimo desbarro de George W. Bush), sí es posible afirmar que el entrelazamiento que existe entre esos dos países en el ámbito económico pone un elevadísimo precio a cualquier forcejeo político-militar.

Queda por plantear una pregunta crucial: ¿por qué las noticias antes aludidas provenientes de Estados Unidos produjeron un sismo financiero cuyo epicentro se situó en China? En otras palabras, ¿por qué la crisis no empezó en otro país, por ejemplo en Japón, o por qué no en Wall Street? Trataremos esa cuestión en un artículo ulterior.

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