Tu crisis no es cuestión de dinero; es de ritmo

Tu crisis no es cuestión de dinero; es de ritmo

El dinero nunca es suficiente. Los gastos siempre alcanzan al ingreso.  Los presupuestos familiares nunca cuadran.  No importa el esfuerzo que hagamos, periódicamente terminamos acumulando un déficit que arrastramos en forma de crédito y que requiere un ingreso extraordinario para eliminarse.

Pareciera que estas enunciaciones – a fuerza de repetirlas – se han vuelto auto-evidentes en nuestras vidas.  Nuestra reacción instintiva es, casi siempre, la misma; como si no tuviéramos otra opción: acelerar el paso para aumentar nuestros ingresos.

Y, sin embargo, más ingreso no necesariamente implica una solución duradera a esta situación.  Todo aquel que ha experimentado un incremento en su entrada de dinero y, a la vez, no ha regulado el ritmo de aplicación del ingreso sabe de lo que estamos hablando. 

Al inicio, se mitigan los efectos de la iliquidez y la sensación de escasez desaparece, pero luego – de no ponerse atención al ritmo de los egresos, aun cuando se realicen algunas inversiones – tendemos a volver, poco a poco, al punto inicial: un ingreso activo comprometido para atender obligaciones financieras, con exceso de activos no productivos… y la iliquidez de siempre.

Lo contrario tiende a suceder cuando se gestiona el ritmo del egreso de manera independiente al del ingreso.  Es lo que vemos en algunas personas – las menos, ciertamente – que pueden sostener objetivos financieros en el tiempo y a la vez mantener un buen nivel de liquidez, aun si no reciben grandes ingresos.  Su clave está en su ritmo.  

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El tamaño no importa

La realidad es que el bienestar sostenible depende menos del ingreso de lo que creemos.  Y las crisis que afrontamos, casi nunca son causadas por falta de ingresos.  Es más probable que la causa de nuestra crisis sea la combinación entre la falta de gestión de nuestro ritmo de egresos y la ocurrencia de contingencias más o menos previsibles.

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