Tú decides

<P>Tú decides</P>

MARLENE LLUBERES
Es costumbre en nuestro país acudir a las urnas con la decisión invariable acerca del candidato de preferencia.

Muchos son motivados por sus intereses particulares, otros, por tener un espíritu contrario y sólo algunos, basados en un criterio edificado sobre reales convicciones.

Se aproxima, una vez más, la fecha en que el pueblo dominicano, de forma democrática, elegirá la persona que ser responsable de conducir de manera proba y eficaz el porvenir de la  nación, por un nuevo período gubernamental.

Con el objetivo de  realizar esta elección de forma íntegra, es necesario que meditemos en las características que, según las Escrituras, debe tener un gobernante, para que sea capaz de garantizar la seguridad  y la estabilidad a sus gobernados. 

Para ello, es propicio que analicemos la conducta del Rey David, primero coronado como Rey de Judá  y  más tarde, sobre todo Israel. Hombre que realizó grandes obras, las cuales podrán ser hechas por todo mandatario  que se apegue a su carácter y humanidad.

Con un corazón conforme a Dios, David valoró, ante todo, el temor de Dios como el principio de toda la sabiduría. Conocedor de sus debilidades, pero con un espíritu humilde que lo hacía llegar al arrepentimiento.

Fiel, paciente, honesto, comprometido y generoso. Profundamente humilde, no atropellaba,  ni abusaba del poder, porque sabía que toda autoridad viene de Dios y no de la soberbia de los hombres.

Nunca pretendió enseñorearse del pueblo, sino que ejercía la autoridad con equidad y misericordia. No confió en su propia inteligencia, sino que dependía de Dios, teniendo la certeza de que únicamente de El  tenía la sabiduría necesaria para edificar la nación y la prudencia para afianzarla.

Estaba seguro de que el hombre  sabio es fuerte y el de conocimiento aumenta su poder. David conocía que en la abundancia de consejeros está la victoria.

Ante la toma de decisiones, desde las simples, hasta las más trascendentales, se  retiraba a buscar en oración, la dirección de Dios.

No se apresuraba a enojarse  porque se ejercitaba en el dominio propio.

Un gobernante como David, con amor genuino por su pueblo, que le brinde protección y cuidado, sin hipocresías ni falsedades, tendrá el respaldo de Dios, se le abrirán puertas jamás pensadas para bendecir al

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