Tu Est Petrus…

Tu Est Petrus…

FABIO F. HERRERA CABRAL
El siguiente artículo fue dictado por Fabio F. Herrera Cabral a su hija Altagracia Marina Herrera Miniño el pasado sábado, unas 24 horas antes de fallecer de un infarto. Tu est Petrus y sobre esta piedra edificaré mi iglesia… y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mt 16,18a; 19b). Estas palabras que sonaban extrañas para los que las escucharon de labios de Jesús, cobraron vigencia enorme y posibilidades insospechadas cuando después de unos dos mil años de haber sido pronunciadas ante un grupo de humildes pescadores a orillas del lago de Galilea, los gobernantes y los hombres y mujeres ilustrados del mundo entero acudieron a Roma y los que no pudieron estar allí se quedaron con los ojos pegados a sus pantallas de televisión para despedir al último de los que se han sentado en la piedra que Jesús le había señalado a San Pedro, el primer Papa.

En esos dos mil años transcurridos el cristianismo ha tenido vigencia, participación y creación del pensamiento humano en lo filosófico, religioso, social, político, en fin, en el diario vivir de toda la humanidad. El cristianismo es una creación de acción dinámica cuya materia prima se funda en las decisiones de los seres humanos sujetos a ambiciones y sus acompañantes preocupaciones. Al mismo tiempo el cristianismo tiene una dinámica que se origina en algo superior al pensamiento humano -la voluntad Divina. Por eso, pese a las caídas que ha tenido, el cristianismo se levanta siempre para estimular cada vez más el progreso de la humanidad y en consecuencia, de acuerdo con esta mística, el cristianismo ha sido una guía rectora en la dirección de la historia.

La historia de la humanidad registra la acción de hombres y mujeres que, ocupando el papel de dirigentes, ponen sus posiciones al servicio de sus ambiciones. De ahí surge la función moderadora de los muchos ocupantes de la piedra que por mandato de Jesús le tocara a Pedro por primera vez. Ese es el ejemplo que nos da la vida del recién fallecido papa Juan Pablo II, y el mundo lo ha entendido así cuando la gran mayoría de sus dirigentes han acudido en masa a Roma no sólo a rendir homenaje sino a expresar sus esperanzas de que el sucesor de Pedro siga por la línea trazada por el Santo Padre, pese a las grandes diferencias que existen en cuanto a seguridad social, disputas ideológicas, terrorismo, narcotráfico y pobreza. Es esperanzadora la presencia de jóvenes de todo el mundo, los dirigentes de mañana, quienes dejaron de lado diversiones y deportes para ir a Roma y esperaron por múltiples horas para rendir tributo al último Pedro del siglo XX y primero del XXI.

Con igual esperanza confiamos en la juventud dominicana en un momento en que nuestra patria parece un pueblo que va camino a su disolución si se siguen los sistemas políticos, económicos y culturales que existen en nuestro país. Hoy más que nunca los dominicanos necesitan de la dirección adecuada en todas esas dimensiones. Hasta ahora no hemos encontrado ni dirigentes, ni seguidores que entiendan que todos los dominicanos somos prójimos y no políticos opositores en cada período presidencial. No hemos aprendido todavía a no pensar en tirar primeras piedras sin examinar para ver si estamos capacitados para hacerlo. Hay que ser valiente para perdonar como lo hizo Juan Pablo II al ir a la celda de su atacante. Y se necesita mayor valentía para pedir perdón, como hizo el Santo Padre desde nuestro suelo cuando pidió perdón a los habitantes nativos del continente por los agravios sufridos de mano de los visitantes europeos llamados cristianos de hace 500 años. Todos juntos debemos evitar que la cruz de nuestra bandera aparezca hecha pedazos por nuestra intransigencia.

El Papa Juan Pablo II fue el primero de los representantes de Pedro que visitara la República Dominicana, y por tres veces; y en una ocasión habló de la necesaria unificación de las actividades creativas nacionales. Con eso creo trataba de evitar que la cruz de nuestra bandera se cayera a pedazos, como tal parece que puede suceder ahora. Reflexionemos que en el fondo de esa bandera aparece la cruz de Cristo con los brazos abiertos —y dentro de esos brazos cabemos todos.

El funeral del Papa Juan Pablo II mostró cómo diferentes religiones, partidos políticos, grupos generacionales, personas de todas las naciones y razas se pudieron unir para honrar al hombre que vino a energizar al mundo de manera insospechada, en momentos de tanta indolencia.

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